martes, 20 de mayo de 2008

EL EXTRAÑO CASO DEL DR. JECKILL Y MR. GERARDO DIEGO

Pensar en Gerardo Diego me lleva irremediablemente a pensar en el extraño caso del Dr. Jeckill y Mr. Hyde. Soy extremadamente fan de este libro de Robert Louis Stevenson, como lo soy de la parte Hyde de nuestro poeta. Haciendo una mala lectura de libro, o extendiendo sus recursos, concebimos a Jeckill como la parte racional –en el peor sentido de la palabra- y a Hyde como la parte intuitiva, que bordea lo irracional. El libro describe con genial sutileza cómo el mismo personaje, a partir de ese descubrimiento lisérgico y narcótico, sufre continuas variaciones en su personalidad. Oscilaciones que le llevan a dudar de sí mismo y de aquello que le rodea. Oscilaciones entre la vida razonada, cuadriculada, tradicionalista, sometida a la disciplina y la vida sin freno, pujante, irracional. Escribía Stevenson: “La droga no tenía acción discriminatoria; no era ni diabólica ni divina; se limitó a derribar las puertas de la cárcel de mi constitución; y, como sucedió con los cautivos de Philippi, lo que estaba dentro salió fuera”.
La parte de Hyde de Gerardo Diego salió o abrió la puerta en no demasiadas ocasiones, pero cuando lo hizo pudimos ver quizá a uno de los mejores poetas del siglo pasado. A un poeta de intuición finísima, poco común, y con una carga o imaginería poéticas de una gran altura. Pero en la mayoría de las ocasiones le vencía el Dr. Jeckill y entonces nos encontramos con una rancia, grotesca y poco atractiva poesía de circunstancias. El Dr. Jeckill quizá brotaba o aparecía por alguna necesidad extraliteraria que desconozco o no alcanzo a conocer, pero me entristece. Como simple lector me desconsuela. Fue Jeckill porque quiso al igual que fue Hyde porque lo necesitaba, pero la parte que hoy no deja de sorprender es la parte Hyde, evidentemente. La reciente publicación del libro (o destripamiento filológico) de José Luis Bernal dedicado a Manual de espumas, nos lleva de nuevo a la lectura de este enorme libro del poeta. Es Manual de espumas un libro de su parte Hyde, es decir, de la interesante. Es un libro de poemas de raigambre vanguardista, creacionista, donde las imágenes transitan sobre las palabras con una fuerza sobrecogedora, donde el sometimiento a lo formal se deja de lado. La palabra, la imagen múltiple, es la protagonista. Un poema elegido al azar: “Novela”. Allí hallamos: “La verja del jardín se ha cruzado de brazos / El viento ladra entre los troncos / El auto que pasaba se llevó los sollozos / y apaciguó el estanque […] La ciudad duerme en el sitio de costumbre / Y en el lugar del suceso / el farol asustado contempla al árbol preso”. Manual de espumas, dedicado al gran y malogrado José de Ciria y Escalante, fue publicado en 1924, pero su parte Hyde ya había dado sus frutos anteriormente. Un ejemplo lo hallamos en el libro Imagen publicado en 1922 y dedicado a otro grande, Juan Larrea. En un poema como “Gesta” nos encontramos imágenes magistrales, de ese grandísimo poeta que fue Gerardo Diego: “Por vez primera entre la lluvia muerta / cantaban los tranvías zozobrantes” o “En la ciudad dormida / salían retozando de la escuela / los signos ortográficos” o “la novia que espera se ha amputado las alas” o “De tienda a tienda / el oasis cuelga sus hamacas” o “El tiempo sabe a cloroformo”. Si desde nuestra perspectiva actual lo comparamos con poemas como “Torerillo en Triana” donde escribe “Torerillo en Triana / frente a Sevilla. / Cántale a la Sultana / tu seguidilla” o poemas de libros como Alondra de verdad o Ángeles de Compostela o Soria o La suerte o la muerte o incluso algunos de Santander, mi cuna, mi palabra, la distancia es evidente. Se trata de libros de indudable calidad y maestría, pero que hoy nos resultan fríos e incluso, por qué no decirlo, excesivamente kitsch, en algunos casos. No deja de ser, sin duda, uno de los grandes poetas en lengua española. Sin embargo nos resulta hoy maravillosamente atractiva la parte que hemos llamado Hyde de Gerardo Diego. Musical y rompedora, imaginativa y moderna. Esta parte de Gerardo Diego, atractiva e hipnótica, aparece sólo en cierta medida en Versos humanos o en la Fábula de Equis y Zeda. Y vuelve a irrumpir de un modo alucinante y pleno de potencia poética-imagínistica en Biografía incompleta, quizá uno de sus mejores libros. En estos poemas se alía la madurez de un gran poeta con la fuerza de un verdadero escritor vanguardista.
Es Mr. Hyde, perdón, Gerardo Diego, un poeta de variables movimientos tectónicos dentro de su obra. Y sin duda esta otra parte de su poesía, esta parte que invita a que cada lector se cree su propio y parcial Mr. Hyde/ Gerardo Diego, es la que puede estar o la que ya está en la poesía actual.
Qué fantástico, por otra parte, el consejo que le lanzó Jorge Guillén y que entronca con lo que hemos comentado; un consejo a tener en cuenta: “¡Cuidado con el montañesismo!”

(Publicado el día 16 de mayo en El diario montañés)

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