sábado, 27 de diciembre de 2014

LA LÓGICA DEL SUBSUELO. SIETE NOTAS PARA UNA LECTURA DE LA POESÍA DE KOSTAS VRACHNOS





UNO. La poesía es una cuestión de superficies. O dicho con otras palabras: la poesía traba su sentido en la grieta entre el lenguaje y los acontecimientos del mundo. Más allá de la posesión de un tema, es en la cubierta, en la superficie del lenguaje, donde el poeta dispersa los múltiples sentidos del texto. No se trata de ser profundo sino de irradiar sentidos en muchos y diferentes niveles. Así el poeta se puede situar encima del subsuelo, transformándose a sí mismo en un rastreador de superficies. De nada sirve ser profundo si la profundidad no entra en conflicto con la superficie. En la palabra poética, decía Maurice Blanchot, “el mundo se calla”, pero es en ella donde “se expresa lo que los seres se callan”.

DOS. Y nada acontece en la superficie con mayor sentido que la muerte. La muerte se muestra en los poemas de Kostas Vrachnos como aquello que vertebra y produce todo sentido. La muerte como la grieta o el espacio que se abre entre la escritura y la propia experiencia del mundo. Y por tanto será ese doble estar sobre la escritura y la muerte lo que done sentido a estos poemas. Pero  —y en este pero reside la potencia  y el interés de la poesía de Vrachnos— el sentido de la muerte se apoya, a su vez, en su propio sinsentido y es aquí donde la poesía de Vrachnos adquiere, como digo, su fuerza. Escribe: “Nuestra dificultad para morir habrá pasado dentro de poco”. Pero el habrá pasado acontecerá sin nosotros y por eso se hace necesario recogerlo en el lenguaje. En otro poema:  “Y lo que grita en mis adentros,/ ay, no es tranquilizable. / Y lo peor está por venir y a partir de un momento / no habrá ya buenas noches. Ni los gritos se oirán / aunque griten con más fuerza. / Ni la tristeza bastará para la tristeza. / Vendrá a levantarse en medio de la cama / una desproporción negra e invisible”. La muerte dota de sentido al mundo al mismo tiempo que deshace toda posibilidad de sentido. En este marco, la presencia de la muerte nos hace patente la imbecilidad de lo real. Así, el lenguaje puede hacer brotar todo su esplendor produciendo el sentido paradójico de su propia realidad.

TRES. La comunicación paradójica. Es decir: el poema como su propia imposibilidad. Dicho de otro modo: la construcción de la identidad como una descomposición del yo y de sus aventuras. Paul Watzalawick habla de la comunicación paradójica como una de las herramientas inevitables  del ser humano.  “Es imposible comportarse de una manera congruente y lógica dentro de un contexto incongruente e ilógico”, dice Watzalawick. Lo que quiero señalar es el hecho fundamental de que una realidad puede ser ilógica o paradójica, pero no por ello deja de ser una realidad. La realidad es por principio idiota, simple, un afuera sin dobleces, algo puramente yerto. Es en la representación que nos hacemos de ella donde surge nuestra realidad. En el poema Vrachnos proyecta un sentido personal del mundo y de su experiencia del mismo. Un poema como “La casa de mis padres” es ejemplo perfecto de este modo delirante de construir (y experimentar lingüísticamente) lo real así como la experiencia que tiene el poeta de esa realidad (producida en el poema). Leemos: “Cómo, entonces, olvidar el olor a mi madre —¿o era a quemado?— / en la cocina, con la nevera que asustaba a la gata negra, / la nevera que como todas las neveras / estaba caliente por detrás. / Y, al fin, cómo olvidar el parvulario de enfrente, / ¿o era un cementerio?”. Y en otro momento escribe: “Vamos con o sin frac, / con nuestras sombras-perros, desaconsejados, / bajo la conocida, familiar, luna”.


CUATRO. Todo este desarrollo lleva implícita la pregunta por el yo del poeta. ¿Quién nos habla en estos poemas? ¿Dónde o desde dónde se sitúa su lengua? La imposibilidad de decir “aquí, en este lugar preciso, está el poeta y desde ahí nos hable” es otro de los ejercicios que de modo fascinante maneja Vrachnos. Siguiendo a Blanchot, parece decirnos el poeta que la “palabra poética ya no es palabra de una persona: en ella nadie habla y lo que habla no es nadie, pero parece que la palabra sola se habla”. Ante esta situación el lector es la a vez atraído y despistado, en un doble juego que hace crecer la intensidad de su poesía. Ahora es Vrachnos. Ahora no lo es.  Ahora es otro Vrachnos. Ahora no lo es. ¿O quizá ahora lo es y antes no lo era? He ahí la felicidad y el magnífico misterio de su poesía. Veamos algún caso: “Quiero que me llaméis limón podrido / o lombriz de tierra y encima impaciente”. Y: “Qué soy? ¿Una ruta? ¿Una rata / que roe la cama del motel de la ruta? / Una nada. Una nada entristecida. / Una rata que se comerán los gusanos / en cuanto se acabe por ahora / el rompecabezas del corazón”. Entre uno y otro poema desarrolla Vrachnos una fuerza poética insólita, capaz de construir poéticamente su destrucción y camino hacia la muerte. Eso sí, haciendo de la ironía —palabra fetiche— lugar de acción del lenguaje. Un poema, por ejemplo, “Nenúfar de la vaguedad”. El título ya escenifica una situación. El poeta a la deriva. Leemos: “Lo peor es ser comparsa y tener / que actuar estrictamente / todo el día  toda la vida toda la eternidad, / pero ante el espejo del salón / hacer una cosa y que aquel haga otra, / estar en el mar fresco / pero no prestar juramento sobre el agua. […] / Pero luego empeora mi sombra, / tintinea el esqueleto por entro, se profundiza el peso / y el espejo del salón se empaña de repente de muy mala manera.” La descomposición del yo y del sentido van de la mano en su poesía: “Conócete a ti mismo aunque no existas exactamente / o alguien esté serrando tu rama en pleno mediodía. / Sin embargo, yo o nosotros seguiré mirando en plena noche, / opinando y orinándome a mi antojo en la cama”.

CINCO. Volvamos a la muerte. La muerte es también su propia descomposición irónica, como decíamos antes. En su magnífica “Oda a la elegía” se puede leer: “¿Quién de entre los que han llorado / saca la lengua a su exterminador desconocido? […] / ¿Te peinas en la guillotina? Me peino en la guillotina. / Eres al final un sustantivo / que presume de la memoria de la que carece”. La ironía que pone en circulación Vrachnos es una ironía de corte romántico. Para Friedrich Schlegel, “la ironía es la forma de lo paradójico”, y asimismo supone “una parábasis permanente”.  La ironía romántica es una constante toma de conciencia de la disolución del sentido como totalidad en la misma medida que supone la aceptación del fragmento como nuevo lugar para el descubrimiento. De esta forma el poeta estará siempre en constante devenir, siendo y no siendo el mismo a cada instante. Leemos: “Yo, o llámalo como quieras, cumplo mi regalo, / en un centro o rincón de un único problema / o malentendido”. Vrachnos asume perfectamente esta lección romántica y la ajusta a una nueva tradición: la tradición invisible y fluídica del presente. La ironía y la paradoja como forma de discurso que no destruyen (al contrario) el poder filosófico y escrutador del lenguaje. Prueba de ello es el poema “Nunca mariposas”, que esconde secuencias barrocas (pero igualmente baudelerianas ya que este poema podría entrar en diálogo con un poema como “La carroña”, por ejemplo): “Salvo que las momias las larvas / que sembramos entre los cipreses / a lo mejor jamás se vuelven mariposas / sino cada vez más gusanos. / A nuestros ojos / parece que no existe un  más allá seguro, / pero lo primero que se comerán / los gusanos serán nuestros ojos. // Y yo, a los ojos de mi amor, los besaba, los besaba”.

SEIS. La poesía de Vrachnos se forja desde un complejo contramisticismo o misticismo a la contra. Wittgenstein señalaba que “lo inexpresable existe, se muestra, es lo místico” (Tractatus: § 6.522). Vrachnos propone el camino inverso: es lo expresable lo que es puesto en duda y es en ese poner en duda lo expresable, y por tanto su sentido, donde reside la intensa fuerza de estos poemas. Algo así como: “lo místico existe, se oculta, es lo expresable”. Es en este misterio paradójico de existir y no existir donde la poesía de Vrachnos se eleva hasta darnos una bofetada: “Porque la existencia es respuesta sin pregunta, / Porque la existencia es infortunio sin problema.“ 


SIETE. En definitiva, leer la poesía de Kostas Vrachnos es aventurarnos en un territorio incierto y por ello asombroso. En este lugar todo es posible. El poeta muta, llora, le pide “algo” al Dios todopoderoso, se retuerce de dolor, masculla lo improbable, llora de nuevo, ríe, vive en lo imposible, se pregunta usando sus propias respuestas, es el enigma y al mismo tiempo el interrogado, es un etcétera, es todos nosotros, y es nadie… No me cabe duda: la poesía de Vrachnos es hipnótica.

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