1.— Hablar de Daniel Guebel es hablar de literatura
entendida en un doble sentido. Por una parte, podríamos etiquetarla como una
literatura cuya tensión se construye sobre un marcado delirio argumental y, por
otra parte, como una literatura basada en la
fractura del lenguaje (y su aspiración totalizadora). O dicho de otra forma, la literatura de Guebel es una literatura hecha del
fracaso: del fracaso del concepto de trama lineal y al mismo tiempo del fracaso
del lenguaje como armonía comunicativa. Pero también es el fracaso a otros
niveles: como el fracaso de los personajes a la hora de componer sus vidas, por
ejemplo. Pero a pesar de estos fracasos, o quizá debido a ellos: no es una
literatura desesperada sino una literatura vitalista, cínica, alegremente
destructiva. Y en el caso de El perseguido este fracaso es revelador, asfixiante…alegre y no menos dramático.
2.— No cabe duda de que el tema del otro (y, claro está, el de los otros) es una obsesión en su obra,
quizá debido a esa estética vitalista del fracaso apuntada en El perseguido. Una estética y una poética que
acude al tema del otro, del doble, del clon, de la repetición de sí. Esta idea
de pliegue idéntico, de doble, recorre su obra de diferentes modos, aunque en El
perseguido se
torna eje del proceso narrativo. El tema del doble es un clásico en la
literatura. Aunque, pensándolo bien, el problema que se establece en esta dialéctica entre el otro y los
otros, es la base de toda construcción literaria, es decir, el problema más
general de cómo enfrentarse al mundo. En el caso de la narrativa de Daniel
Guebel, esa dialéctica tiene como resultado la imposibilidad de una resolución
efectiva. He aquí otro fracaso.
3.— Lo imposible es el tema de la novela. No se trata de
un diálogo que llegue a un espacio de encuentro entre los personajes (no hay
posibilidad de consenso) sino más bien supone la plena toma de conciencia de lo
irresoluble de toda intención de alcanzar una resolución al conflicto. Lo que
nos viene a decir subrepticiamente es que es imposible todo (o cualquier)
consenso con nosotros mismos (y mucho menos con el otro). Guebel parece tener clara la idea
de que escribir es disentir, de que escribir es hacer de la imprevisibilidad carácter. Imprevisibilidad en un doble sentido también: por una parte, lo imprevisible
de un yo que se diluye en la trama y por otra parte, lo imprevisible del
lenguaje. Así lo describe el crítico
Ignacio Echevarría al señalar que “en la escritura de Guebel actúan fuerzas
contrapuestas que imponen al relato su deriva imprevisible”. Y sobre estos dos
niveles, la ruptura de la trama y la modulación de un lenguaje más allá del
interés comunicativo se construye la obra de Daniel Guebel y, en concreto, esta
novela El perseguido.
4.—Antes de hablar de El perseguido, una divagación. Apenas quince años
separan estas palabras de Flaubert: “Original.
Reírse de lo original revela una gran superioridad mental. Reírse de
todo lo que es original, odiarlo, escarnecerlo y exterminarlo si se puede.
Maneras de pasar por original.” Del famoso aserto de Rimbaud “Yo es otro”. ¿Qué
tienen en común? Ponerlas al mismo tiempo sobre la mesa puede llevarnos tanto a
una interpretación histórica como a una cuestión meramente conceptual. En este
sentido, me interesa desde un punto de vista genealógico, de la misma manera
que ambos escritores le interesan a Guebel y aparecen citados en esta novela.
Como afirmase William Gaddis en Los reconocimientos: la originalidad es una
enfermedad romántica. El cuestionamiento de la centralidad de ese YO cerrado se
sitúa detrás de la propuesta de Guebel, que recoge y bebe de ambas fuentes,
atravesado por toda una más amplia tradición literaria. Tanto en El
perseguido como
en obras anteriores y posteriores el tema del sujeto escindido tanto en lo
moral, en lo psicológico como en lo físico es algo que se sitúa como parte
necesaria de su elaboración narrativa. Pero no sólo los personajes sufren ese
proceso sino que el lenguaje mismo se trastoca, se diluye, entra por espacios
diversos abriendo grietas y reflexiones. Ahora bien, no se trata de lo podemos
entender por “novela filosófica”, sino precisamente de la imposibilidad de
tomar la filosofía como algo cerrado, trascendente, totalizador.
5.— Para Guebel la filosofía o las filosofías se componen
de excusas que nos permiten vivir mejor con nosotros mismos, y para demostrarlo
hace gala de un alto cinismo y de un elevada dosis de ironía. La obra de Daniel
Guebel bascula entre estos dos modelos: el delirio y la ironía. He dicho dos
modelos pero realmente hablamos de una extensión o de una interprenetación de
planos. El delirio no es sinónimo de irracional o de ilógico sino que el
delirio —en su sentido patológico, que es el que recoge Guebel— implica la
construcción de otra lógica. Y eso hace Guebel, quien no se propone introducir
simplemente situaciones irracionales o alucinatorias, sino tratar de hallar una
lógica paralela. En este sentido, El perseguido es una novela inquietante, y al
mismo tiempo arrolladora en su ritmo, en sus acciones, y profundamente irónica.
E incluso, como veremos luego, nos demuestra Guebel que es un enorme
alegorista,
6.— En un momento dado César Aira —con quien Guebel tiene
sus conexiones— escribía lo siguiente: “Hay un estilo Guebel y es tan raro que
un escritor tenga estilo (es tan raro que alguien que escribe sea un escritor
de verdad) que cuando aparece uno hay que aceptarlo sin más”. Sin embargo, la
mejor forma de entrar en esta poética guebeliana es, quizá, desde la lectura de
Literatura de izquierda de Damián Tabarovsky. En este libro —polémico e interesante en la
misma medida— desarrolla la hipótesis de una literatura que, más allá de las
preocupaciones inherentes al mercado o la academia tenga al lenguaje como
centro de operaciones. De esto trata esa literatura de izquierda, de la búsqueda
de un espacio excéntrico. Escribía Tabarovsky: “[La literatura de izquierda] no
busca inaugurar un nuevo
paradigma, sino poner en cuestión la idea de paradigma. […] Es una
literatura que escribe siempre pensando en el afuera, pero un afuera que no es
real; ese afuera no es el público, la crítica, la circulación, la posteridad,
la tesis de doctorado, la sociología de la recepción, la contratapa, la
palmadita en el hombro. […] Esa literatura no se dirige al público: se dirige al
lenguaje […] apunta a la trama para narrar su descomposición, para poner el
sentido en suspenso; apunta al lenguaje para perforarlo”. Entre los escritores
clave de su propuesta sitúa Guebel: “A mediados de los ochenta algunos
escritores, de Guebel a Bizzio […] adoptaron el nuevo canon y adoptaron también
a Libertilla, Fogwill y Aira”, y más adelante, añade: “Guebel: es absolutamente
inadmisible que la crítica —y los escritores— no registre la radicalidad de
novelas como […] El perseguido”.
7.— Pero ¿de qué trata El perseguido? Para empezar hemos de señalar
que El perseguido
surge en principio de lo que iba a ser o estaba destinado a ser un capítulo de
la novela El terrorista, una novela anterior de Guebel muy interesante. El propio Guebel, en una entrevista
reciente lo contaba así: El perseguido salió como un capítulo de El terrorista, que cuenta en clave personal las peripecias del
fallecido Giovanni Ventura, un editor de izquierda extraparlamentaria italiana
que fue acusado por el Estado de ser el autor intelectual del atentado fascista
en Piazza Bologna.
El terrorista es
un libro bastante raro, pero comparado con El perseguido, parece casi clásico. Ambos coinciden, sí, en el punto
en que ambos personajes padecen agónicamente su destino. Y se diferencian,
creo, en el tratamiento de la peripecia. En El perseguido quiero lograr ámbitos de extrema condensación de la
aventura, donde el personaje atraviesa una serie imposible de hechos a máxima
velocidad, para después caer en momentos de expansión del acontecimiento, justo
cuando este se reduce a la mínima expresión. Hay una frase espantosa, que
tipifica el fracaso de un escritor, y que voy a utilizar ahora: «Lo intenté, no
sé si lo logré»”. Escribe Aira: “Leí El perseguido, de Guebel y confieso que me
superó ampliamente. Me dio celos profesionales esa novela”. ¿Qué hay en la
novela y que podamos contar? Para empezar el juego entre dos personajes:
Leonardo Ferreti y el inquietante personaje Hunico. Ferreti es un personaje
cervantino. El propio Guebel así lo reconoce. Mientras que Hunico es un
personaje a lo ETA Hoffman, un personaje de las tinieblas, de lo siniestro,
inquietante. Fíjense en el nombre Hunico. Ferreti es un ser deseante en todos
los sentidos, pero sobre todo le interesa el estado de fuga. En primer lugar
hace Guebel/Ferreti alarde una posición sumamente sugerente. La huida, la
desaparición, no consiste en la veladura, en el vacío, sino en la repetición.
Huir no es desaparecer sino repetirse. Así, del mismo modo que tras repetir la
misma palabra incontables veces ésta pierde su sentido, se vacía de significaciones,
de la misma forma Ferreti para desaparecer considera que la mejor opción es la
clonación. De esta forma de se repite hasta diez veces a sí mismo. El mismo
Guebel se refiere a tres niveles: “Diría que la construcción de un personaje –y
de la vida de una persona– se realiza en esos tres niveles, el de la hipotética
trascendencia, el de la hipotética existencia y el de la hipotética desaparición”.
Ferreti se clona para desaperecer, para huir de sus perseguidores, y de alguna
manera, para encontrarse.
Por su parte Hunico
es un personaje siniestro. Abre la novela como científico clonador, pero luego
observamos su mil y un caras, sentimos su presencia inquietante en cada una de
las páginas, como si permaneciera agazapado. Incluso su nombre es inquietante
Hunico. Guebel ha dicho de él lo siguente: “Hunico sería, en el fondo, la
multi-clonación realizada, porque no necesita multiplicarse para huir: está en
todas partes y aparece cuando le da la gana. Hay otra lectura, con la que
podemos aburrir al lector y disuadirlo de comprar el libro, ya que estamos
revelando todos sus secretos por adelantado: Hunico no es sólo, posiblemente,
Dios. Hunico es, desde ya, un Uno, lo Único, pero también puede ser un Huno, es
decir, un bárbaro germano, en este caso un nazi que quiere destruir a Ferretti
cuando este, en alguna de sus metamorfosis, se convierte en judío”.
Esta novela es no sólo
filosófica, sino igualmente una novela épica, de aventuras, magistralmente
desarrollada, que no deja a nadie ileso. Un maravilloso delirio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario