Se cumplen 30 años de la muerte de Karl Wallenda. Quizá suene lejano, pero aquel día de 1978, una leyenda del equilibrismo, fallecía tratando de cruzar las dos torres de diez pisos del hotel Condado plaza en San Juan, Puerto Rico. Tenía 73 años. Caía el vacío al intentar atravesar un alambre de 37 metros de largo sobre el pavimento. No era demasiado para él, en absoluto. Con lo que no contaba Karl es con un viento repentino de 48 kilómetros por hora que le desestabilizó por completo. Había sufrido a lo largo de su vida varios accidentes, pero éste sería definitivo. Sin embargo, si uno observa las imágenes (disponibles, claro, en youtube) Karl parece prever su muerte, se acuclilla un instante, y se da cuenta en medio del viento que lo desplaza, sobre la cuerda, de que ha llegado el fin y ha llegado como él quería, sobre la cuerda. Y así le llegó su muerte, que no dejó indiferente al mundo. Apareció por los aires en todos los televisores. El conocido Stephen King lo recogió en El Juego de Gerald. Escribe: «había visto al funámbulo Karl Wallenda perder el equilibrio, caer pesadamente sobre el cable que intentaba cruzar (un cable tendido entre dos centros hoteleros, creía recordar), agarrarse brevemente a él, y al final, desplomarse hacia la muerte que le esperaba abajo. Los telediarios repitieron aquella escena una y otra vez como si les obsesionara la tragedia».
Las metáforas y los mitos surgieron a su alrededor. Dio nombre al llamado Efecto Wallenda, que es el temor humano al fracaso. Su esposa relató que en las semanas anteriores al accidente, por primera vez, su esposo estaba obsesionado con la posibilidad de que “algo no funcionara”, se levantaba de madrugada para verificar la tensión de la cuerda, preguntaba a los ayudantes, en fin, lo revisaba todo de forma obsesiva. Y ahí está el efecto. Cuando uno va a tomar una decisión, o realizar una acción determinada, si centra su preocupación en la posibilidad del fracaso, pierde la concentración. No es que el fracaso no se reconozca como una alternativa, que en definitiva siempre está presente, sino que se anticipa, consumiendo como un gusano todas nuestras energías.
Sin embargo, Wallenda es mucho más que un efecto, es la magia de saber vivir sobre la cuerda floja. «Estar en la cuerda floja es vivir, todo lo demás es esperar». Palabra de Wallenda.
(publicado el día 13 de agosto de 2008, en El mundo ed. Cantabria)
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