[En los últimos tiempos ha sonado, como música de fondo, la expresión literatura expandida para definir y delimitar a determinada forma de hacer literatura, incluso se ha utilizado ese apelativo de "expandido" en cursos, conferencias, etc. Sorprende, sin embargo, cómo este apelativo estaba en la raíz del proyecto romántico.]
Los románticos, o parte de los románticos, ocultan una intención que no es otra que la de introducir en su idea de la poesía los caracteres de la prosa. Es decir, alcanzar la libertad expresiva de la prosa en la poesía, sin que ésta pierda su naturaleza esencial. La novela se convierte, para el romántico, en el ideal espiritual para la poesía. Novalis escribía lo siguiente: «Una novela no se debe escribir como un continuo, debe ser un edificio articulado en cada uno de sus periodos. Cada trocito debe ser algo recortado, limitado, a saber, un todo propio». Cada trocito es la imagen perfecta de esa fragmentación que el poeta romántico sueña con inyectarse.
Sin embargo, en poco lugares como en la carta que Novalis, el 12 de enero de 1798, dirige a A. W. Schlegel (es decir, el otro) hallamos expresado con mayor precisión la intención de estos poetas en su deseo de fusión a través de lo que el poeta denominará poesía expandida. Así dice en la carta:
Si la poesía pretende expandirse, sólo puede hacerlo limitándose, contrayéndose, dejando por así decir correr su material inflamable y cuajándose. Cobra de este modo una apariencia prosaica, y sus partes constitutivas no se encuentran en una comunión estrecha —ni por tanto bajo leyes rítmicas tan estrictas—, haciéndose más capaz para la representación de lo limitado. Pero sigue siendo poesía: fiel por tanto a las leyes esenciales de su naturaleza, con ello se convierte por así decir en un ser orgánico cuya entera estructura delata su origen en lo fluido, su naturaleza originariamente elástica, su ilimitación, su aptitud para todo. Sólo la mezcla de sus miembros carece de reglas, mientras que la ordenación de los mismos y su relación con el todo sigue siendo la misma. Cada uno de los estímulos se propaga en él por todos lados. También aquí los miembros se mueven sólo en torno a aquello que reposa eternamente, alrededor de un todo. Cuanto más simples, más uniformes, y también más tranquilos son aquí los movimientos de las frases, cuanto más concordes sus mezclas en el todo, cuanto más suelta la conexión, cuanto más transparente e incolora la expresión, tanto más perfecta será esta poesía en oposición a la prosa decorativa, descuidada y aparentemente dependiente de los objetos. La poesía parece desistir aquí del rigor de sus exigencias, hacerse más complaciente y maleable. Pero a quien se atreva a intentar esta forma de poesía pronto se le hará patente lo difícil que es realizarla perfecta en dicha forma. Esta poesía expandida es precisamente el mayor problema del escritor poético: un problema que sólo puede ser resuelto por aproximación, y que propiamente hablando pertenece a la poesía superior. Hay aquí aún un campo inmenso, un territorio infinito en el sentido más propio. A esa poesía superior se la podría llamar igualmente la poesía del infinito.
No deja de ser Novalis una de las voces más impactantes de este periodo. Esa apariencia prosaica no implicará un abandono de la poesía, que se mantiene fiel a su naturaleza. De Novalis son algunos de los fragmentos más importantes en esta idea romántica de revisión de los géneros, que tiene a la prosa y a la novela como espacios o ejes de atracción. Las ideas que expone Novalis en su carta al mayor de los Schlegel marcan, tal vez, una obsesión en el pensamiento fragmentario de Novalis. Para el poeta «la poesía es la prosa de las artes», con lo que Novalis quiere dibujar la vinculación de la prosa con la expresión sonora, con aquello que da voz al mundo. Por ello señala a continuación que «las palabras son las configuraciones acústicas de las ideas». Es decir, hablamos en prosa. Novalis vincula estos elementos con lo que llama estudio de la vida, y la vida, atrapar la vida en su fugacidad cotidiana (tengamos ahora en la cabeza a Hegel) es el objetivo del romanticismo. Escribe Novalis en otro de sus fragmentos: «La vida es algo así como los colores, los sonidos y la fuerza. El romántico estudia la vida en la misma forma en que el pintor, el músico y el mecánico estudian el color, el sonido y la fuerza. Un cuidadoso estudio de la vida hace al romántico así como un cuidadoso estudio del color, de la forma, del sonido y de la fuerza hacen al pintor, al músico y al mecánico». La materia para el romántico es la vida. Si el romántico pretende un estudio de la vida en sus actos ¿cómo llevará a cabo este cometido? ¿Será éste el terreno de la prosa? Escribe en un fragmento posterior: «Prosa verdaderamente romántica, extremadamente cambiante, maravillosa, giros extraños, saltos súbitos». La prosa es la vía a través de la cual el romántico puede alcanzar ese estudio de la vida. La prosa es la forma más próxima a ese estudio de la vida. Continúa: «En las ideas falta aún una ordenación y un cambio románticos. Estilo extremadamente simple, pero sumamente audaz, a modo de novela, comienzos dramáticos, transiciones, continuaciones, ahora conversación, luego discurso, luego relato, luego reflexión, luego imagen y así sucesivamente». Éste es el estilo, la hibridación que el espíritu romántico trata de poner en juego a través de una prosa que dada su forma y posibilidades se muestra como camino hacia la vida. El mismo Novalis se pregunta, precisamente, por la teoría de esa vida común. Escribe: «Teoría de la vida común. Pronunciación y declamación cultivadas de la vida común, habitual, como prosa. Hay que contentarse con hablar cuando no se puede cantar». Y en otro momento trata de concretar esta relación prosa-realidad, prosa-vida común a partir de la consideración de la vida como una novela compuesta por miles de fragmentos. «No hay más romántico que lo que habitualmente se denomina mundo y destino. Vivimos en una novela (grande y pequeña). Consideración de los acontecimientos a nuestro alrededor. Orientación, enjuiciamiento y tratamiento románticos de la vida humana». Vivimos en una novela es la expresión elegida por Novalis, y esa novela de la vida común está compuesta por fragmentos, grandes y pequeños, que tratan de capturar la variablidad y mutación de esa vida, una vida en palabras de Novalis extremadamente cambiante, plegada, y quizá, en su esencia, inaccesible. Lo romántico es aquello que cambia constantemente. El héroe de esta novela, según Novalis, es el filtro a través del cual su autor trata de dibujar aquellos acontecimientos de la vida. Por ello, en Novalis, el héroe tiene una naturaleza pasiva; un sujeto, como en Schelling, indiferente. Escribe: «Naturaleza pasiva del héroe de novela. Es el órgano del autor de la novela. Serenidad y economía de estilo. Ejecución poética y consideración de todos los acontecimientos de la vida». Ése sería el modo de construcción de una novela y por lo tanto de reconstrucción romántica de la realidad. Pero, al fin y al cabo, ¿cómo considerar todos los acontecimientos de la vida? Esto, claro, es algo que obsesiona a Novalis y que quizá deja sin resolver en su inconclusa novela Enrique de Ofterdingen: «Me parece —deja escrito— como si hubiera dos caminos para llegar a la ciencia de la historia humana: uno, penoso, interminable y lleno de rodeos, el camino de la experiencia; y otro, que es casi un salto, el camino de la contemplación interior. El que recorre el primero tiene que ir encontrando las cosas unas dentro de otras en un cálculo largo y tedioso; el que recorre el segundo, en cambio, tiene una visión directa de la naturaleza de todos los acontecimientos y de todas las realidades, es capaz de observarlas en sus vivas y múltiples relaciones, y de compararlas con los demás objetos como si fueran figuras pintadas en un cuadro».