martes, 24 de agosto de 2010
“SOBRE UNAS RUINAS ENCONTRADAS” (La garúa libros), DE PABLO LÓPEZ CARBALLO
sábado, 7 de agosto de 2010
GIROS CRÍTICOS Y LIRISMO
Hace ya algunas semanas Laura Revuelta, crítica de arte del ABC, para hablar del cambio sufrido por el MUSAC en los últimos tiempos, y queriendo poner como ejemplo el proyecto Proforma realizado en dicha institución, afirmaba lo siguiente: “Como ejemplo, valga el proyecto que marca este giro de trescientos sesenta grados, Proforma, que ocupó sus salas en los primeros meses de este año” (http://www.abc.es/20100701/cultura/culturalarte-201007011708.html). ¿Cómo? ¿Un giro de trescientos sesenta grados? ¿Quería decirnos que el MUSAC hace lo mismo que siempre? Dar un giro de 360º, tal y como se suele aprender en la escuela, es quedarse uno como estaba. Es sólo un ejemplo. Pero en muchos sentidos ese giro de 360º lo vemos cada semana en los suplementos culturales. Decir lo mismo, sin decir nada. Volver sobre lo mismo, con las mismas palabras. Insisto, es sólo un ejemplo. Veamos otro. Recientemente (ABC cultural, 31 de julio de 2010, p. 27), de nuevo, Laura Revuelta ha hablado de uno de los espacios, recién clausurados, de la última edición de Artesantander, una feria que comienza a desprenderse de cierta aura de ranciedad que teñía, como una gruesa capa de caspa, ediciones anteriores. El espacio del que ha hablado Laura Revuleta es el comisariado por otro crítico, Oscar Alonso Molina, dentro de la feria. Bajo el título Contar historias, el crítico tratar de empastar una serie de proyectos de diferente interés. Se trata de piezas de Regina de Miguel, Anne Lisse Coste, Juan Carlos Bracho, Jesús Zurita, Nati Bermejo, Philipp Fröhlich y Kristoffer Ardeña. Lo más curioso es cuando habla de la obra de este último (con la galería Oliva Arauna). Su trabajo Walk in My Shoes muestra una serie de zapatillas deportivas esparcidas caóticamente por el suelo. Supuestamente se trata de las zapatillas con las cuales el artista “ha tirado millas”. En su interior ha plantado semillas de soja con el deseo de que florezcan. En realidad me parece un trabajo bastante poco interesante y una forma más de establecer discursos vacuos sobre soportes bastante kitsch. Lo curioso no es la obra sino la adjudicación de valores líricos por parte de la crítica. Escribe: “La lírica de Kristoffer Ardeña (este artista siempre es lírico aunque cueste pillarle el discurso que él se empeña en no querer contar) se resume en un montón de zapatillas con las que el artista ha tirado millas y en cuyo interior ha plantado unas semillas de soja”. Analicemos el concepto de lirismo. ¿Lo lírico y lo poético de esta pieza reside en que “cuesta pillarle el discurso”? ¿Cómo es eso? Más aún, su lirismo, nos dice, reside en unas zapatillas utilizadas como maceta. Eso es la poesía y el lirismo según la crítica. ¿El lirismo es cuando uno habla de sí mismo y no da las pistas? Demasiado simple y demasiado tramposo, creo. ¿El no tener ni idea de la obra es su factor lírico? Parece que cuando la crítica de arte no sabe qué decir de una obra o si en esa obra aparecen algunos símbolos o elementos telúricos, tierra, una planta, o alguna frase de resonancias misteriosas (o cursis, que es lo habitual, o trágicas o enigmáticas tipo Celan) enseguida surge la expresión “poético”, “lírico”, como si con ese giro se rellenase algún tipo de vacío existente tanto en lo artístico como en la crítica. O lo que es peor, se salvase la obra. Es decir, la ausencia de conceptos parece afectar, cada vez más, tanto a la crítica como a la creación, aunque en la primera el tema sea ya acuciante e irrisorio, en algunos casos.