sábado, 6 de noviembre de 2010

EL CRÍTICO Y LO POÉTICO, DE NUEVO



No deja de ser curioso la tenacidad con la que algunos "usan" la palabra "poético". Para algunos se ha convertido en la muletilla, en el adjetivo que les sirve para dar cuenta de lo que no entienden. "No entiendo algo. Ah, debe ser porque es muy poético". Sobre todo pienso en el mundo del arte contemporáneo. Bueno, en el mundo de la crítica del arte contemporáneo. A la mayoría de los artistas actuales la poesía actual se la trae floja. Y lo mismo parece ser que les pasa a los críticos. Aunque en estos sea más problemático. De esto ya hablé en un post anterior. Y parece que se repite. Lo poético es el comodín. No deja de ser curioso que cuando un crítico de arte contemporáneo hable de arte tenga una noción muy avanzada de ese concepto, pero cuando hable de poesía vea en esta un extraño sentido arcano, indescifrable, como si la poesía fuese aún la sacerdotisa de las artes. Sí, por un lado, cuando un crítico de arte se encuentra ante una obra de la que no sabe como salir pero sabe que debe decir algo positivo, la palabra es "poético". Y si tiene que hablar de un poeta el más actual que citará será Rilke o tal vez Celan. Es difícil saber porque sucede esto. Un ejemplo más. Un ejemplo reciente. Fernando Castro Flórez. En una crítica reciente sobre la exposición de Carlos Garaicoa, Fernando Castro retoma el peculiar sentido de lo poético de algunos críticos y teóricos de arte (alejados de la poesía actual). Tras hablar de (y citar a) Derrida, Adorno, Bourriaud, etc., al fin Castro Flórez nos habla de las piezas de la exposición titulada "Fin de silencio" y que tiene una pinta estupenda (a pesar de las buenas palabras del crítico). La exposición está compuesta por una serie de alfombras sobre las que aparecen escritas unas series de palabras desde las cuales se nos quiere hacer reflexionar sobre la situación de la Habana. A esto lo llama el crítico "documentar como un etnógrafo". Pero no sólo es documentar como un etnógrafo ya que como son palabras sobre un soporte concreto, y son palabras que suenan profundas (es decir, lo que comúnmente se llama poético), el crítico sostiene que el artista realiza "un intenso ejercicio de poesía concreta". ¿Cómorrrr? Y añade: "Basta copiar algunas de las frases que forma a partir de lo que encuentra en el suelo habanero para comprobar que el aliento poético es evidente". Sí, claro, muy evidente. Veamos lo escrito: "El volcán estallará. Iluminados. Esperamos". "Rey destruye o redime", "La lucha es de todos de todos es la lucha". A esto lo llama Castro Flórez intensidad poética. No sé, pero no encuentro intensidad ni lirismo poético, si a esas palabras las separamos de un concreto efecto estético. Sin él no son más que cursiladas, poesía mala del siglo XIX. No por encontrarse en la calle, en la Habana o donde sea y ponerlo por escrito adquieren poeticidad las palabras. Lo importante de estas piezas no son las palabras, como insiste el critico, sino quizá su efecto estético, pero no su intensidad poética. Otro ejemplo de poema que a cualquier poeta actual ruborizaría de lo malo que es como poema es el siguiente: "La general tristeza / negará placeres". En fin, como dice Castro Flórez al inicio de esa crítica, haciendo el mejor verso de la crítica: "tengo fiebre y la gripe parece que llegó para quedarse".