martes, 30 de diciembre de 2008

AGOTAR UN LUGAR

Un pequeño texto de mi admirado George Perec lleva por título Tentativas de agotar un lugar parisino. Perec se sienta en un café de la plaza de Saint- Sulpice y se propone anotar todo lo que ve, como si tuviese una larga y pegajosa lengua de reptil que se alimentase de los pequeños sucesos que pudiesen aparecer ante él. Su objetivo es volcar esos sucesos sobre la página. Escribe: “Mi objetivo en las páginas que siguen ha sido más bien describir el resto: lo que generalmente no se anota, lo que no se nota, lo que no tiene importancia: lo que pasa cuando no pasa nada, salvo tiempo, gente, autos y nubes”. Hoy imito a Perec, sentado en el café de una plaza de mi ciudad. Vale, no es París, y quizá por eso sea aún más infraordinario. El camarero lleva un pin. Pasa el 12 camino de un centro comercial. Una niña camina con los cordones desatados. Una bolsa se arrastra por el suelo como un animal moribundo. Pasa el 5. Ha llovido. Nadie en esta ciudad sabe coger los bajos del pantalón, dice una señora a otra. Son feas y sin gracia. El músico eslavo se coloca la solapa de su chaqueta. Con desgana extrae de su funda un viejo saxofón. Alguien corre con un maletín en la mano. Una pareja se sienta a mi lado. Una paloma gris y coja picotea el suelo como si alguien pudiese responder al otro lado. La sociedad de medicina estética previene contra el botox coreano, leo en el periódico abierto que tiene una chica en la mesa de al lado. Otro autobús circula lleno de turistas con viseras amarillas. La segunda peor frase que un amigo le puede decir a otro, dicen dos en la mesa de al lado, es “me he tirado a tu madre”, y ¿la primera?, sin duda: “me he tirado a tu padre”. Proctólogos sin licencia, leo en otro periódico. Una chica se levanta y se va. Dos jóvenes, bobas y distraídas, se buscan en el reflejo del escaparate mientras caminan. Un viejo se sienta a mi lado. Pide café. Su aliento es de un espesor gaseoso poco definible. Se le riza el pelo sobre las orejas. Un cabello de un blanco enfermo que amarillea en las puntas. Su nariz es gorda y pesada, de un feo grosor borbónico, como si la nariz roja de un payaso estuviese a punto de estallar. El viejo de nariz borbónica me pregunta qué escribo. Son las dos menos cinco. Las palomas reposan sobre la cornisa del edificio, tristes y monógamas. Un claxon. Levantan el vuelo todas al mismo tiempo.


(Publicado el 27 de diciembre en el diario El Mundo, ed. Cantabria)

lunes, 22 de diciembre de 2008

A PUNTO DE MORIR

Llamémosle A.S. Mi amigo A.S. parece que se aburre, así que una tarde se pone sus peores ropas y se apunta a una terapia de grupo. Tras meditarlo se apunta a la terapia destinada a personas que van a morir. Días, semanas..., lo justo para decir adiós. Se trata de que cada uno cuente su historia, de que cada uno aprenda de los demás a despedirse. Mi amigo A.S. no tiene escrúpulos. Mi amigo A.S. es un verdadero cabrón. Se cuela en la sala, sin más, una tarde de lluvia. Allí está la ama de casa que durante años ha ocultado un enorme bulto que crecía en su vientre por no molestar a su familia. Lleva la foto de sus hijos en el regazo. Está la joven quinceañera con una peluca tipo Cindy Lauper cuya leucemia le ha consumido por completo la vida y sus proyectos. Está el fumador que ha convertido sus pulmones en un zumo negro y peligroso. Está el viejo profesor universitario acompañado de una bombona de oxígeno. Está la viuda de ojos claros con un cáncer que le devora los ovarios. “Somos repulsivos”, piensa. Nada más empezar, el terapeuta, feo y ceceante, les dice que no se sientan culpables, que han de vivir felices este tránsito, que son como gusanos de seda que pronto comenzarán otra vida como mariposas. A.S. mira a sus compañeros. A.S. tiene ganas de levantarse y darle una buena paliza. Esa gente se muere y él les habla de mariposas… Luego juegan al macabro juego de las risas, es decir, reír sin parar. La escena no puede ser más sórdida. Se trata simplemente de reír, de reír lo más fuerte posible, lo más atronador posible. Sus risas anuncian la muerte. Sus bocas deformadas, sus gritos desbocados, sus dientes ennegrecidos. Ríen. Cuando acaba la sesión todos se despiden con un fuerte abrazo. ¿Quiénes volverán a la próxima sesión? Es una incógnita. Más allá de eso lo que descubre A.S. es otra cosa. Algo sorprendente. En el fondo, lo que quiere la gente que acude a estas terapias moribundas, después de tanta palabrería que sirve sólo para esconder el hecho de que estás acabado, es echar su último polvo. Así de simple. A.S. se lo hace con la quiceañera, con la ama de casa, con las divorciadas, con las latinas desahuciadas. Quince días más tarde A.S. ha follado más que en dos años, A.S. ha cumplido todas sus fantasías. Nadie lo esperaba.
El terapeuta hoy ha descubierto a A.S. Lo ha expulsado. Durar no es siempre algo bueno.

(Publicado el 21 de diciembre en el diario El Mundo, ed. Cantabria)

jueves, 18 de diciembre de 2008

EL SECRETO DE LAS FIESTAS

Desde que lo leí, siempre me ha impresionado este comienzo de El secreto de las fiestas, de Francsico Casavella. Un verdadero poema:

"Soy un raro de concurso. Un ni por qué, ni para qué, ni dónde. Una tostadora y una cafetera soy. No de los que van con el embudo en la cabeza. Tampoco un raro de esos mayores que se ven en los futbolines con la boca pegada a la oreja de los chavales, que les invitan a una Fanta. De esa clase de raros no soy, porque ahora soy mayor, pero no mayor, mayor. Mi rareza es de marciano en misión especial a la tierra, que disimula el día entero, todos le siguen mirando y el marciano no sabe por qué, y resulta que le miran porque es verde. Soy raro como una vaca jugando al millón. Y digo bien lo que estoy diciendo, porqué sé de vacas y al millón domino. Además, en esto de la rareza he conocido a unos cuantos raros muy raros y puedo comparar."

Y también La banda trapera del río, punks antes del punk. Eduación sentimental. Ignoro la relación entre ambos hechos.


miércoles, 17 de diciembre de 2008

ME GUSTA

llegado el final del año recuerdo viejas canciones y cómo me gustaban (y gustan)

"punk rock eres tú mi gran llorón" (Allen Ginsberg)

Mudhoney, 15 años después como la primera vez:

LA INCOMPARABLE BELLEZA DE UN DESGUACE.

(lo que veía desde mi ventana)








domingo, 14 de diciembre de 2008

LOGARITMO, DE ANTONIO BOTÍN POLANCO EN QUÁLEA EDITORIAL

“Y es que el lazo de la corbata es la venganza del pisaverde frívolo sobre la gente seria que acumula riquezas. En nuestra civilización burguesa se da el caso de que hombres salidos de la miseria aprenden a fundar Bancos y Sociedades anónimas, convirtiendo al mundo en su presa. Pero no aprenden nunca a llevar la corbata del frac o del smoking de una manera perfecta. Quizá el lazo de la corbata de esas gentes es un símbolo de sus vidas, el dogal con que han estrangulado a tantos, sin piedad y sin maneras”. Quien esto escribe, no es un hombre ajeno a ese mundo de bancos, muy al contrario. Quien esto escribe se llama Antonio Botín Polanco. Quizá no suene demasiado pero en los años treinta escribió y publicó en Espasa-Calpe sus novelas, participaba en la tertulia de Pombo y era un hombre cercano a la Revista de Occidente y, por tanto, a José Ortega y Gasset. Botín Polanco, además, forma parte de esa ilustre familia de banqueros que fundaron el Bando de Santander. Sin embargo, él nunca formó parte de esos negocios. Permaneció al margen siendo un vividor "de novela": de Santander a San Sebastian, de San Sebastian a Biarritz, de Biarritz a Montecarlo, y vuelta a empezar. Un extraño personaje. El fragmento que he transcrito arriba forma parte de su mejor novela Logaritmo (1933), una sátira de los personajes más snob de los años treinta. Acabo de preparar su edición para una nueva editorial que nace con fuerza. Su nombre es Quálea editorial. Allí podréis leer el prólogo, así como el inicio de la novela.

Antonio Botín Polanco nació en Santander en 1898. Realizó sus estudios en Madrid donde se trasladó a vivir, aprobando el bachillerato y la carrera de Derecho. Amigo de tertulias, muy pronto se integró en la vida intelectual madrileña y comienzó a colaborar en la prensa, cultivando una gran amistad con Ramón Gómez de la Serna. Durante la etapa entre 1928 y 1934 escribió varias novelas, como La divina comedia, Él, ella y ellos, Virazón, Logaritmo y Peces Joviales. También es célebre su Manifiesto del humorismo (1951), donde resume sus ideas estéticas. Murió en Madrid en octubre de 1956.

sábado, 6 de diciembre de 2008

J. G. BALLARD, SIEMPRE GRANDE

Yo quería que [la revista] Ambit diera más cabida a la ciencia, pues la ciencia estaba cambiando el mundo, y menos a la poesía. Cuando me preguntaban cuál era mi política como supuesto editor de Ambit, contestaba: deshacerme de la poesía. Duespués de conocer al doctor Christopher Evans, un psicólogo que trabajaba en el Laboratorio Nacional de Física, cerca de Shepperton, le pedí que colaborara en la revista. Publicamos una extraordinaria serie de poemas generados por ordenador, que según Martin eran tan bueno como los auténticos. Yo fui más allá: eran auténticos.

J. G. Ballard, Milagros de vida, p. 180.

lunes, 1 de diciembre de 2008

ADIOS, esta vez sí se llevan al que está encima del caballo


Parece que esta vez es de verdad, parece que por fin se van a llevar la estatua de la plaza del ayuntamiento de Santander... (ahora hay que limpiar la ciudad de calles generales molas, división azul, carlos haya, y un largísimo etcétera)

miércoles, 19 de noviembre de 2008

PALABRA DE JEAN PAUL




no hay nada tan nocivo para un poeta novel como la asidua lectura de un gran poeta. La mejor epopeya de éste se convierte en lirismo en aquél. Estoy firmemente convencido de que en esta edad un empleo en el mundo es muchísimo más conveniente que un lirbo, por más que en idea suela pensarse como útil lo contario. Nada es tan fácil de confundir con lo ideal como lo ideal, o mejor, lo general con lo general. El joven poeta, en la eflorescencia de su talento, busca la naturaleza en el poema, en vez buscar su poema en la naturaleza. Las consecuencias y los precedentes de este hecho se ven hoy en los mostradores de todas las librerías; hay sombras en lugar de cuerpos.

Jean Paul Richter, Introducción a la estética, 1804.


lunes, 17 de noviembre de 2008

SOME TREES, UN POEMA DE JOHN ASHBERY

CIERTOS ÁRBOLES

Éstos son asombrosos: cada uno
Junto al vecino, como si el habla
Fuese una escena más de la quietud.
Como arreglos casuales, organizados

Para reunirse tan lejos esta mañana
Del mundo, que de acuerdo
Con él, tú y yo
Somos de repente lo que los árboles tratan

De decirnos que somos:
Su simple estar ahí
Algo sugiere: pronto
Nos podremos tocar, amar, entender.

Y contentos por no haber inventado
Semejante gracia, nos dejamos rodear:
Un silencio ya pleno de rumores,
Un cuadro del que brota

Un coro de sonrisas, una mañana de inviernos
Bajo una luz desconcertante, y al moverse,
Nuestros días oponen tal reticencia
Que estos acentos parecen su propia defensa.

(Traducción de Abraham Gragera, en Nadadora, nº6, 2008)

jueves, 13 de noviembre de 2008

UN SAINETE CÁNTABRO


La verdad es que es para reírse. Es lo más parecido a un sainete del injustamente olvidado Arniches. Los protagonistas y sus acciones son para reírse hasta que te reviente el flato. La cosa es que el 6 de noviembre, en este periódico, leí una columna de Félix Álvarez. Lo acabo de releer y no puedo dejar de reírme. A punto ha estado de salir por mi nariz toda la cerveza. No tenía ni idea del asunto que cuenta. Es decir, no suelo sentirme atraído por los titulares que mezclan en una misma frase Revilla y Felisuco. Sin embargo, no sé porqué, bajé la guardia. Y mereció la pena, ya lo creo. Vaya circo. Una especie de thriller judicial/populista/casposo/cutre que hubiese hecho las delicias de cualquier Molière a la espera de un argumento. La cosa es así: Revilla se mosquea porque en el periódico que dirige Felisuco se le acusa, supuestamente, de franquista. Y Revilla (creo que a estas alturas nadie duda de esa fea relación entre regionalismo y conservadurismo chungo) lo lleva a juicio. En medio aparecen dos personajes con mucho jugo: José Campos y Carmen Martínez Bordiú. Campos comenta, o filtra, que en una cena Revilla alabó la figura de Franco. Éste es el clímax. La acción, entonces, bascula por momentos entre un Felisuco mosqueado, un periodista de El diario montañés, un periodista deportivo que sólo grita, una conocida estatua, un conocido restaurante llamado La Bombi, 30.000 €, etc. No cabe duda de que son buenos ingredientes para el sainete. Felisuco también se transforma, como un sutil Zelig, en filólogo experto en pronombres en medio de la obra; es el toque surrealista. Una obra delirante y bella. Un dictador y su nieta, políticos de turbio pasado, comediantes sin gracia, pseudofamosos. La obra tiene de todo. Y está claro que es para partirse. ¿Será ésta la mejor muestra de la cultura de Santander y de Cantabria? Por lo menos nos reímos. ¿Será la mejor muestra para ese Santander 2016? Quizá haya que proponerles a todos ellos como las cabezas visibles de la capital cultural. Verdadera cultura, sin duda. El asunto creo que no se ha resuelto. Quizá en breve tengamos el final de este entretenido juguete teatral. Me muerdo las uñas mientras espero. ¿Para qué preocuparnos por no tener una biblioteca decente, me digo, o una política cultural coherente y moderna si tenemos tanto sainete?

(Publicado el 13 de noviembre en el diario El Mundo ed. Cantabria)

SOBRE EL NUEVO NÚMERO DE NADADORA

Artículo sobre el sexto número de la revista Nadadora

martes, 11 de noviembre de 2008

EL ALMA DE UN OSO BLANCO


próximamente esta antología sobre uno de mis poetas favoritos

sábado, 8 de noviembre de 2008

DIOS, BIG BOSS

La locura religiosa tiene su gracia. Hay gente que por Dios mata, eso ya lo sabemos, hay gente que se flagela, que se hace daño para demostrar a Dios, al Gran Jefe, a J.C., al Pecho Palomo Balnco, todo lo que le adoran. Hay gente que comparte el amor al Big Boss y con la otra mano acaricia tersos cuerpos adolescentes, o que ayuda a quienes lo necesitan. Hay de todo, como en botica, como en casa del Gran Jefe. Ya sabemos, sin embargo, que el Gran Jefe se gasta mala leche. Recordemos cómo en el Génesis, quizá el blog más antiguo, dice esas palabras que toda mujer espera escuchar de un hombre que la ama: “multiplicaré en gran manera el dolor de tus preñeces; con dolor parirás a tus hijos; y tu marido te dominará”. El Gran Jefe, en ocasiones J.C., o Pecho Palomo Blanco, es así de sensible, todo amor. El Gran Jefe tiene múltiples seguidores. De todos los tipos y lugares, mejores y peores, de todos los sexos y condiciones. Hoy me fijaré en unos secuaces muy peculiares del Gran Jefe: la Iglesia Baptista de Westboro. Estos tipos proclaman en su página (www.godhatefags.com) que “Dios odia a los homosexuales”. ¿Será cierto eso? No lo creo. Nuestro Gran Jefe es un tipo muy sensible. Pero leamos esa página. Entre las lindezas y actos de fe de estos cristianos está el acudir a los funerales de los homosexuales a gritar: “Arderás en el infierno”. ¡Qué cachondos! Pero esconden otras perlas. Según ellos: “Dios odia España”. Y bueno, Pecho Palomo parece tener motivos para odiarnos: somos una pandilla de descarriados y por eso nos merecemos todo lo que nos pase, lo que sea, como un accidente aéreo. No me lo invento. Estos fanáticos del Gran Jefe dicen en su página lo siguiente: “Dios odia a España. Gracias Dios por las 160 muertes en el accidente aéreo de Madrid. La venganza de Dios irá contra los españoles por claudicar a las pretensiones de los maricas, (matrimonio homosexual, igualdad de derechos, etc..). Sí. La irreversible ira del todopoderoso Dios está ahora en España, está en los maricones y los que los apoyan. La WBC llama a hacer piquetes en las embajadas españolas para protestar y denunciar”. La verdad es que no sé que pensar. Si hubiese hueco para la ironía y esto tuviera algo de gracia, me reiría, pero no la tiene. No sé que pensará de esto el Gran Jefe, o J.C., o Pecho Palomo Blanco. ¿Estará al tanto?

(Publicado el 8 de noviembre en el diario El Mundo ed. Cantabria)

miércoles, 29 de octubre de 2008

JOSÉ HIERRO, ACELERANDO

He vuelto a leer Libro de las alucinaciones. De alguna manera fue mi libro de formación. Lo leí de adolescente y lo he seguido leyendo y redescubriendo. Copio Acelerando. Es uno de mis poemas favoritos no sólo de Hierro sino de la poesía española contemporánea, bueno, de la poesía en general.

ACELERANDO

Aquí, en este momento, termina todo,
se detiene la vida. Han florecido luces amarillas
a nuestros pies, no sé si estrellas. Silenciosa
cae la lluvia sobre el amor, sobre el remordimiento.
Nos besamos en carne viva. Bendita lluvia
en la noche, jadeando en la hierba,
trayendo en hilos aroma de las nubes,
poniendo en nuestra carne su dentadura fresca.
Y el mar sonaba. Tal vez fuera su espectro
porque eran miles de kilómetros
los que nos separaban de las olas,
y lo peor, miles de días pasados y futuros nos separaban.
Descendían en la sombra las escaleras.
Dios sabe a dónde conducían. Qué más daba. «Ya es hora
-dije yo-, ya es hora de volver a tu casa.»
Ya es hora. En el portal, «Espera», me dijo. Regresó
vestida de otro modo, con flores en el pelo.
Nos esperaban en la iglesia. «Mujer te doy.» Bajamos
las gradas del altar. El armonio sonaba.
Y un violín que rizaba su melodía empalagosa.
Y el mar estaba allí. Olvidado y apetecido
tanto tiempo. Allí estaba. Azul y prodigioso.
Y ella y yo solos, con harapos de sol y de humedad.
«¿Dónde, dónde la noche aquella, la de ayer…?», preguntábamos
al subir a la casa, abrir la puerta, oír al niño que salía
con su poco de sombra con estrellas,
su agua de luces navegantes,
sus cerezas de fuego. Y yo puse mis labios
una vez más en la mejilla de ella. Besé hondamente.
Los gusanos labraron tercamente su piel. Al retirarme
lo vi. Qué importa, corazón. La música encendida,
y nosotros girando. No: inmóviles. El cáliz de una flor
gris que giraba en torno vertiginosa.
Dónde la noche, dónde el mar azul, las hojas de la lluvia.
Los niños -quiénes son, que hace un instante
no estaban-, los niños aplaudieron, muertos de risa:
«Qué ridículos, papá, mamá». «A la cama», les dije
con ira y pena. Silencio. Yo besé
la frente de ella, los ojos con arrugas
cada vez más profundas. ¿Dónde la noche aquella,
en qué lugar del universo se halla? «Has sido duro
con los niños.» Abrí la habitación de los pequeños,
volaron pétalos de lluvia. Ellos estaban afeitándose.
Ellas salían con sus trajes de novia. Se marcharon
los niños -¿por qué digo los niños?- con su amor,
con sus noches de estrellas, con sus mares azules,
con sus remordimientos, con sus cuchillos de buscar
bajo la carne. Dónde, dónde la noche aquella,
dónde el mar… Qué ridículo todo: este momento detenido,
este disco que gira y gira en el silencio,
consumida su música…

De Libro de las alucinaciones, 1964

domingo, 26 de octubre de 2008

SOBRE LA ESCRITURA

Hacia una posible lectura de la escritura.

martes, 21 de octubre de 2008

NUEVO NÚMERO DE LA REVISTA NADADORA




Aparece el sexto número de la revista NADADORA. La revista dedica sus páginas a la poesía española actual así como a traducciones de diversos autores. El número incluye un pequeño homenaje al poeta Luis Felipe Vivanco. La portada es obra del artista extremeño Paco Nadie. La revista estará a la venta en unos días. De momento se puede solicitar vía pdf en la dirección: poemanadadora@yahoo.es

El índice de este sexto número es el siguiente:

Ana Gorría
Ana Merino
Andrés Catalán
Andrés Neuman
Jesús Aguado
José Antonio Llera
José Antonio Padilla
Juan Andrés García Román
Julieta Valero
Maria Salvador
Mariano Peyrou
Rafael Fombellida
Raúl Díaz Rosales
Carlos Duarte (trad. de Sergio Gaspar)
John Ashbery (trad. de Abraham Gragera)
Al Berto (trad. de Andrés Navarro)
Ezra Pound (trad. de Fruela Fernández)
Luis Felipe Vivanco (Mínimo homenaje)

miércoles, 15 de octubre de 2008

RESTOS FOTOGRÁFICOS DE NEO3

Lo pasamos bien en Neo3, buenos amigos, buen ambiente e interesantes discusiones.
Aquí dejo algunos restos visuales, sólo los publicables.


Foto de grupo. En la imagen unos cuantos de los particiantes

Unas horas más tarde...

En la foto Agustín Fernández Mallo, María Eloy García, Javier Moreno y un servidor

jueves, 2 de octubre de 2008



Una nueva edición de Neo3. Literatura expandida.

martes, 30 de septiembre de 2008

WILLIAM CARLOS WILLIAMS

EL DESCENSO

El descenso nos llama
como nos llamó el ascenso.
La memoria es una especie
de consumación,
de renacimiento
incluso
un comienzo, pues los espacios que abre son lugares nuevos habitados por multitudes hasta ahora
impensadas,
nuevas especies
cuyos movimientos
se dirigen hacia nuevos objetivos
(antes incluso de que fueran abandonados).

Ninguna derrota está hecha totalmente de derrota,
pues el mundo que abre es siempre un lugar
antes
insospechado. Un
mundo perdido,
un mundo insospechado,
que llama a nuevos lugares
y no hay blancura (perdida) tan blanca como la memoria
de lo blanco.

Con la tarde, el amor despierta
aunque sus sombras
vivas aún
por la luz del sol
crecen soñolientas y se desprenden
del deseo

El amor ya sin sombras se agita
comienza a despertar
mientras la noche
avanza.

El descenso
hecho de desesperanzas
y sin consumación
nos revela un nuevo despertar:
que es el otro lado
de la desesperación.
Por lo que no pudimos llegar a consumar, por aquello
negado al amor,
por lo que perdimos en la expectativa
el descenso continúa
sin fin e indestructible.

("The descent" incluido en The desert music and other poems, 1954)

lunes, 15 de septiembre de 2008

VINOSAURIOS



Me gusta beber cerveza. Sobre todo el primer trago. Qué bien me sabe, pienso. Alguien dijo que disfrutar de la cerveza implica tener la conciencia tranquila. No sé si es mi caso, pero disfruto enormemente de la cerveza y la disfruto aún más si tengo a mi lado a mi compañía femenina favorita. Esta vez estaba sólo, bueno, en realidad esperando que es otra forma de estar solo. Fue ahí cuando se sentó a mi lado un peculiar vinosaurio, como los llama un conocido poeta. Los vinosaurios son aquellos tipos que llevan escrito en su piel morena y cuarteada la señal de la derrota. Con sus andares lentos y torpes, con su ropa que les viene siempre grande, no porque la hayan heredado sino porque más bien ellos han encogido. Se sienta. Está ocupado amigo, le digo, pero le da igual. Me mira y pide un vino. Huele a calle, a lomo de perro mojado. Me pide un cigarro. No fumo. Deberías fumar, dice. Su aliento es de un espesor gaseoso poco definible. Es ahí cuando meto la pata. Digo no-sé-qué y entonces el vinosaurio se acerca y me cuenta su vida. Pide vino y bebe un vaso detrás de otro. Que estará una semana más por aquí porque ya no aguanta [vino 2]. Que recuperará el tiempo perdido [vino 3]. Que estará ahí sólo hasta cierto punto [vino 4]. Que la vida es como un teatro [vino 5]. No, mejor que la vida es como una fresadora, que hay que darle forma, ranura a ranura, para que tenga alguna utilidad [vino 6], que luego el bar es como una fresadora, y luego el amor es como una fresadora [vino 7], que el fútbol es como una inmensa fresadora [vino 8]. Que qué me parece este agujero sin clase [vino 9]. Que odia a su mujer [pausa]. Que odia a su hija [pausa]. Que necesita estar aquí estos días y sacarle a la gorda [su mujer] toda la pasta que pueda [vino 9 y 10]. Brindamos. Durante años había sido fresador, claro, hasta que lo despidieron. Le quedaba poco tiempo de vida y eso le había convertido en un jodido indeseable. Los humos, los líquidos de la fábrica donde había trabajado le habían convertido el páncreas en un zumo gris y peligroso. Sale dando tumbos hacia la luz del día que lo ciega como a un espeleólogo inexperto. Está claro que me toca pagar a mí. Aparece al fin mi compañía femenina favorita. Me mira sorprendida. Qué bien me sabe la cerveza cuando estoy contigo, pienso.

(Publicado en El Mundo, Ed. Cantabria)

lunes, 25 de agosto de 2008

EL POEMA COMO BIOGRAFÍA A LA CONTRA


Carlos Pardo: Echado a perder, Visor, Madrid, 2007.

Desde el romanticismo hay una tendencia general a considerar la creación poética como un renovado encuentro con el mundo. Una renovada forma de entender el mundo que parte de suponer una generalizada experiencia de olvidar lo aprendido, que la mayor parte de los poetas recomiendan a los que aguardan el deseo de volver a hallar un contacto nuevo, ingenuo, con las cosas y con el mundo. Dicho de otro modo, hay la tendencia a considerar el poema como la conquista de la mirada primitiva, originaria y descubridora del ser. Olvidar lo aprendido, lo pactado, conocido y legislado para renovar la experiencia del mundo. “Volver a ser el niño que descubre y nombra las cosas por vez primera y así alcanzar lo inefable”, y en ese descubrir el mundo descubrirnos a nosotros mismos, construir nuestra vida de nuevo. Como bien señala Clément Rosset “este efecto poético de olvidar lo aprendido, por lo general, ha sido interpretado filosóficamente como un acceso místico a la esencia del ser, una especie de contacto inmediato con una intimidad de lo real confusamente representado como la verdad del ser”. No hay más que pensar en la fenomenología de Husserl o Merlau-Ponty. Ahora bien, ¿es esto así de sencillo? Más aún, ¿no ha sido esta idea una hipoteca demasiado pesada para la creación poética? Siguiendo a Rosset, “se puede proponer una interpretación filosófica del olvidar lo aprendido completamente diferente, que hace del edificio y del azar […] el objeto de la contemplación poética. Según esta interpretación, la experiencia de olvidar lo aprendido se limita a olvidar lo aprendido, sin que se obtenga y ni siquiera se busque una visión pura del objeto habitualmente percibido a través de la red de relaciones utilitarias o intelectuales”, es decir, ningún objeto en sí se oculta tras las múltiples percepciones usuales. El poeta se descubre ante el hecho de que lo real es idiota, simple, sin trascendencia. Simplemente está-ahí. Tomemos, pues, el poema de esta forma, como un olvido que reinventa o reescribe sin un plan preconcebido, sin ninguna linealidad ni intención trascendente.
Este es el camino que se nos ofrece en algunas de las propuestas de la poesía española reciente, entre ellas la que nos dibuja Carlos Pardo (Madrid, 1975) en Echado a perder. Los treinta y seis poemas que componen el libro en lugar de formar un alfa y un omega con el interés de cercar el sentido de un yo plenamente dibujado y pulimentado en sus hechos (en busca de una realidad trascendente), trazan un camino lleno de bifurcaciones, desvíos, saltos imprevistos, haciéndonos conscientes de que no hay un camino definitivo y ni siquiera se desea. Olvidar lo aprendido supone olvidar lo aprendido y por tanto el poeta (que no descubre ningún ser en sí detrás de lo visible) lo que nos dibuja es una reconstrucción de su historia sin pautas, sin guiones; es la historia en su puro suceder. Esta, seguramente, es la mayor virtud de este libro: la imposibilidad de su registro en un plano, su carácter impredecible. Es una casa que no acaba de construirse, o quizá que no permite que nos guiemos fácilmente por ella. El poema ilumina una parte de ese yo poético no para enfocar y hacer de él centro de una historia sino para investigar si en los límites, en las afueras de ese yo que ahora escribe cabe aún la posibilidad de una vida, aunque sea a la contra. (La escritura del yo se transforma en azar). El poeta nos vendrá a decir algo tan tremendo e irónico como que la “la vida es mía, sí, pero no me pertenece”. (Los que son como yo / o son yo sobrellevan / cada uno / la carga del más próximo. / Nos deprimimos juntos). Así el libro se abre con lo que aparentemente es un viaje: “Quien regresa / no del desierto / sino del autobús que viaja / de un oasis a otro, / no ha aprendido a callar”, pero que ha de llevarnos a la pregunta por el quién del poema, por el quién del habla. Apunta en un poema posterior: “Nadie pregunta quién pero nosotros, / comparsas del planeta / burgués, comentaristas / del reciclaje, hombres piojo, / medimos la parábola de la próxima elipse / por si acaso quisieran lanzarnos al desagüe / del tiempo / entre los pre y los pos”. No nos cuenta una vida de forma narrativa, lineal, blanda, sino que expresa la tensión misma del vivir, donde la mera anécdota (tan visible en nuestra literatura) se va escurriendo, no se deja atrapar ni identificar fácilmente en la lectura. Cabe recordar el poema cuyo arranque es como sigue: “Yo también fui aprendiz en Barcelona”. Podríamos pensar que acto seguido nos va narrar una historia acerca de las vicisitudes del aprendiz en cuestión, sin embargo se lanza hacia una rememoración abierta, integradora, que deja al lector sin aliento y que rompe por completo esa idea inicial de biografía novelada. Por ello, en un poema posterior señalará: “La biografía nos abandonó”. Esto es, no se trata de que el poeta deje a un lado su claro interés biográfico (un interés visible a lo largo del libro) sino que más bien es la tensión biográfica, su cerco estricto y narrado, lo que expulsa finalmente al poeta, lo que le hace desistir. La biografía se convierte entonces en suceso con fecha de caducidad, algo que se pierde fácilmente, que se reinventa. Es necesario un nuevo sentido de lo biográfico dado que la realidad nos lanza al desagüe del tiempo. En cualquier caso, este aparente nihilismo o pesimismo no permite un desasosiego, una marcada pose de malestar. La insatisfacción es una forma más de estar en el mundo, como cualquier otra e incluso más divertida. Precisamente el último poema del libro traza este hecho como una especie de (contra)poética: “No era yo / ni era el propio lenguaje / quien hablaba, sino un experimento / de humanos con cultura […] / Porque era vanidad / querer narrar la vida / aun más cubierta de su camuflaje […] / y vanidad hablar / del mundo como de la superficie que devuelve el reflejo / de uno mismo asombrado”. El reflejo no desvela una identidad. Y en el mismo poema, y como conclusión al libro Pardo vuelve al principio y si allí afirmaba que “no ha aprendido a callar”, aquí nos desvela al final la causa: “Hablar para salir airoso de la vida / por los caminos del lenguaje. / Y aquí termina la insatisfacción”. El lenguaje es herramienta clave en la construcción de Echado a perder; un lenguaje que atrae hacia el verso ideas dispares, derivas del pensamiento, imágenes sin fondo aparente pero con proyección. Un lenguaje que puede en ocasiones parecer gratuito, pero que encierra elementos importantes para la poética del autor donde la frase común se enzarza en una lucha por alcanzar la sorpresa. Lo cotidiano, la expresión diaria queda superada pero no por un lenguaje elevado o grandilocuente sino a través de su frené-tica sucesión. Por ello escribirá: “Alguien está tensando la malla de los términos”, y de esta forma quizá los términos acaben por desfigurar su realidad. En otro momento señala: “Escribo de broma hasta cuando soy tajante”. Idea que recuerda a aquella orteguiana que decía: “Ser artista es no tomar en serio al hombre tan serio que somos cuando no somos artistas”.
El poema, por lo tanto, no representa un sujeto que descubre algo, como an-tes, sino que presenta una serie de circunstancias, simples, sometidas a un lenguaje que no se deja atrapar, que se desmiente a sí mismo a cada paso, insatisfecho, donde la ironía (algo que ya se podía intuir en su anterior libro Desvelo sin paisaje) crece como elemento creativo fundamental. Ironía, sí, al modo de Schlegel, es decir como recurso para mantener su obra en perpetuo devenir, inagotable en sus significados, progresiva, permaneciendo tanto el autor como su objetivo artístico en una superación constante de las limitaciones. Por ello la escritura se convierte en contrabiografia, porque no nos dibuja un sujeto plenamente formado como una escultura reconocible en todos sus límites, sino más bien una conciencia que se va desmembrando, o mejor dicho, que no se sujeta a simples moldes formales. De esta forma hallamos versos donde el sentido se difumina: “No sólo al extender la alfombra de la causa / con ganas de decir basalto a los reproches / con la esgrima de la separación / bipartita del mundo”. La musicalidad (otro elemento clave) se rompe dejando su lugar a un ritmo sincopado, un ritmo compuesto a partir de una sucesión de notas a contratiempo. (Descuidado / del rítmico bastón / soy como un tonto en / constante preiluminación). El poema para Carlos Pardo, en definitiva, no es un espejo que busca su reflejo lineal y pulido, sino que es sucesión, suceso invertido, lenguaje común bajo sospecha, reflexión amorosa, dispersión biográfica, ironía… Por todo ello, quizá, sea un libro que no deje a nadie indiferente.

(Publicado en la revista Azul, n-1, 2008)

LEYENDO SUTURA

CARLOS ALCORTA: Sutura. Hiperion, Madrid, 2007.


Sutura es el título del último trabajo del poeta Carlos Alcorta (Torrelavega, 1959). Desde el título, pues, observamos que la intención del autor es establecer un nuevo estado de cosas, un nuevo límite, pero en ningún caso un fin de trayecto. Sutura ha de entenderse creo como tránsito entre las distintas formas que tiene el sujeto de darse o construirse. Toda sutura es la marca, el signo más palpable de los hechos que somos y nos conforman. Al igual que el agua se transforma en sólido, líquido o gaseoso sin dejar de ser agua, el poeta nos dibuja sus diferentes estados tales como pensamiento, memoria o recuerdo dejando diluir de un modo integrador su identidad en cada uno de ellos. Así a diferencia del agua el poeta es todo al mismo tiempo. Los accidentes —mal leyendo a Aristóteles— son también episodios basales de su identidad. Tiempo y espacio son, en efecto y por encima de todo, los hilos precisos de esta sutura, a partir de la herida que ha abierto la memoria.
De un modo más implosivo y directo que en sus anteriores trabajos Trama (2003) o Corrientes subterráneas (2003) se ahonda en Sutura en vías y raíles que se adentran en los procesos personales de la identidad. Toda búsqueda de identidad, algo que sabemos desde Wordsworth, es también y sobre todo la búsqueda o el brote de la diferencia. La identidad, ese yo que ahora nos hospeda o que hospedamos, tangentea su propia realidad para buscar entre los restos de la memoria algo desde lo que erigirse. El poeta es un observador. Alcorta, estructurando su escritura sobre una sólida arquitectura lingüística, rica en imágenes reflexivas, establece un doble diálogo consigo mismo a lo largo de los trece movimientos que componen el libro. Por una parte hacia fuera, es decir hacia el estado y el espacio visual de los objetos y hechos del mundo, pero por otra parte y en función de eso, el poeta establece un vínculo poético consigo mismo que lo lanza vertiginosamente hacia espacios de una profunda visualidad interna. Hallamos, pues, en el libro un vértigo, que tomando palabras de Eugenio Trías, podríamos decir que “resulta de la doble inclinación hacia fuera (atracción del abismo) y hacia dentro (tendencia a la conservación)”. Un vértigo que se relaciona con la contemplación. “El vértigo —continúa Trías— tiene la prerrogativa del contemplar”. Este es precisamente el motivo que hallamos al inicio del libro, en el primer poema cuyo cierre nos pone sobre la pista: “Quien aprende a mirar, aprende a ser” (p. 10). Esta forma del contemplar supondrá uno de los ejes más importantes e interesantes de esa construcción poética de la identidad. Alcorta, en efecto, construye lo poético desde ese doble diálogo dentro-fuera donde la sutura y el vértigo son espacios centrales, pero fundados en todo caso sobre una clara y bien trazada imaginería óptica. Así lo hallamos a lo largo del libro: “Buscabas en el fondo de sus ojos […] / Buscabas al fondo de su retina” (p. 11), “… mirando el mundo / que te rodea con la desconfianza / del humillado” (p. 23), “Tu mirada refleja la nada del pasado” (p. 27), “Esa íntima pulsión de la mirada” (p. 31), “Miras hacia abajo, hacia lo que existe / fuera del tiempo” (p. 39). Desde la mirada pues, no una simple mirada física, sino como proceso dialógico y temporal contra uno mismo, se va formando y desarrollando esta sutura. El tercer movimiento es un claro ejemplo: “Observas el paisaje con fingida / indiferencia. En nada se parece / a la luminosa extensión campestre / que examinabas al nacer el día, / a las desiertas y escarpadas lomas / cuyas laderas nunca recorriste”. Es esa observación, este proceso o ajuste de cuentas, lo que construye el poeta desde el vértigo de la memoria que más arriba señalábamos. Un vértigo que surge de esa doble inclinación hacia fuera y hacia dentro. Así, en ese tercer movimiento del libro, y en una de sus sugerentes secuencias parentéticas queda perfectamente dibujado el doble trazado: a) “(El cortante zumbido de las hélices / de un bimotor que asciende sobre los edificios, / su gélido sonido amortiguado / cuando atraviesa el macizo de nubes”. Hasta aquí el proceso es, dicho de un modo ambiguo, centrífugo, es decir, describe una serie de hechos externos que permanecían como señales en la memoria, pero dando un paso más el poeta dibujará qué implican en el fondo y así de un modo centrípeto vuelven hacia dentro, lentamente, como hondas. De esta forma leemos el final de la secuencia: b) “…temporalmente inmóviles / dificulta esa íntima indagación, / de carácter no sólo defensivo, / hacia la que deriva la escritura.)” (p. 16). Este es un ejemplo de un proceso continuo y bien delineado a lo largo de la obra. Escritura como vértigo contra sí mismo, quizá como poética, que queda igualmente reflejada cuando afirma: “El vértigo de lo desconocido, / como un falso deshielo, recrudece / en el porvenir el caudal del alma” (p. 12) o “Síntomas de extrañeza anidan dentro / de ti […] /… entre dolor y gozo, oscilas” (p. 13) o “¿Del desencanto y de la rebelión / contra uno mismo nace la escritura?” (p. 43), o “¿Eres quien se sustenta / en el poema, un temerario actor / inmune al veneno del desengaño / o es que acaso el dolor retrospectivo duele sólo de modo imaginario / en las negras palabras que lo nombran y esa merma estimula la osadía?” (p. 33). De esta forma la mirada y la escritura van tejiendo esa sutura, ese ajuste de cuentas. El propio poeta traza la respuesta: “Gracias a la anestesia del olvido, / a la consumación del ser en la escritura / toleras el tormento de vivir / y a ti mismo, inactivo, a la espera de qué” (p. 30).
Sutura supone en su conjunto una obra de plena solidez donde lo reflexivo no queda vagamente enramado en las alturas sino que se entrelaza con un tejido de sensibilidades plenas y variadas. La memoria, base fundamental del texto, se alía a los sentidos para construir el yo presente del poema y del poeta, más allá de lo simplemente confesional; espacios donde es posible hallar hondos interrogantes metafísicos de resonancias rilkeanas: “¿Quién, ángel o demonio, / toma las riendas del deseo y muestra, / en el hogar frecuente, de la dicha / su verdadero asiento, el desafío / de querer ser la nada si nada te complace?” (p. 41). Memoria, palabra y poeta, es decir, el reducto elemental de la identidad, del yo, sostienen, en fin, esta interesante obra. El cierre del libro, pues, no deja nada desatado:

Estás aquí. Son tuyas las palabras
que entonan un canto de gratitud
por la simple razón de estar presente.
Esta es tu victoria, tu recompensa.
Guarda por siempre bajo siete llaves
la refulgente bala de plata que atraviesa,
cuando el fervor se acalla, los muros del olvido.




(Publicado en El maquinista de la generación, n-15, julio 2008)

miércoles, 13 de agosto de 2008

EFECTO WALLENDA


Se cumplen 30 años de la muerte de Karl Wallenda. Quizá suene lejano, pero aquel día de 1978, una leyenda del equilibrismo, fallecía tratando de cruzar las dos torres de diez pisos del hotel Condado plaza en San Juan, Puerto Rico. Tenía 73 años. Caía el vacío al intentar atravesar un alambre de 37 metros de largo sobre el pavimento. No era demasiado para él, en absoluto. Con lo que no contaba Karl es con un viento repentino de 48 kilómetros por hora que le desestabilizó por completo. Había sufrido a lo largo de su vida varios accidentes, pero éste sería definitivo. Sin embargo, si uno observa las imágenes (disponibles, claro, en youtube) Karl parece prever su muerte, se acuclilla un instante, y se da cuenta en medio del viento que lo desplaza, sobre la cuerda, de que ha llegado el fin y ha llegado como él quería, sobre la cuerda. Y así le llegó su muerte, que no dejó indiferente al mundo. Apareció por los aires en todos los televisores. El conocido Stephen King lo recogió en El Juego de Gerald. Escribe: «había visto al funámbulo Karl Wallenda perder el equilibrio, caer pesadamente sobre el cable que intentaba cruzar (un cable tendido entre dos centros hoteleros, creía recordar), agarrarse brevemente a él, y al final, desplomarse hacia la muerte que le esperaba abajo. Los telediarios repitieron aquella escena una y otra vez como si les obsesionara la tragedia».
Las metáforas y los mitos surgieron a su alrededor. Dio nombre al llamado Efecto Wallenda, que es el temor humano al fracaso. Su esposa relató que en las semanas anteriores al accidente, por primera vez, su esposo estaba obsesionado con la posibilidad de que “algo no funcionara”, se levantaba de madrugada para verificar la tensión de la cuerda, preguntaba a los ayudantes, en fin, lo revisaba todo de forma obsesiva. Y ahí está el efecto. Cuando uno va a tomar una decisión, o realizar una acción determinada, si centra su preocupación en la posibilidad del fracaso, pierde la concentración. No es que el fracaso no se reconozca como una alternativa, que en definitiva siempre está presente, sino que se anticipa, consumiendo como un gusano todas nuestras energías.
Sin embargo, Wallenda es mucho más que un efecto, es la magia de saber vivir sobre la cuerda floja. «Estar en la cuerda floja es vivir, todo lo demás es esperar». Palabra de Wallenda.

(publicado el día 13 de agosto de 2008, en El mundo ed. Cantabria)

lunes, 11 de agosto de 2008

CASPAR FRIEDRICH EN LA PLAYA DE EL SARDINERO

Las olas amenazantes y rugientes
parecen hoy sacadas
de la mano de un romántico alemán

qué poco sabían entonces de este placer sublime
de mear en medio del océano


(publicado el día 11 de agosto de 2008, en el diario Público)

domingo, 3 de agosto de 2008

TEORÍA DEL CALAMAR

Damián estudia tumbado sobre la toalla. El libro de Biología Marina abierto por la página 414. Junto a él sus zapatillas, que parecen animales desorientados y bobos incapaces de cerrar la boca, y dentro el monedero y las llaves de casa que repican como tripas metálicas y ruidosas. Es también el sol un lector rubio y despreocupado que se asoma por encima del hombro de Damián. Nunca antes había estudiado en la playa. Lee con desgana sobre la morfología del calamar, un animal fascinante con una de las mejores armas para desaparecer. Encima del recto está la bolsa de la tinta, que posee un conducto que se abre cerca del ano; la tinta es un pigmento oscuro que puede ser expulsado por el sifón produciendo una "cortina de humo" acuática, que esconde al calamar y le permite escapar de cualquier enemigo. Se imagina por un instante allí, ante todo aquel público, tirándose un pedo de tales dimensiones y textura que como un mago le hiciese desaparecer de la faz de la tierra tras una cortina de humo. Sería una inolvidable forma de poner fin a su vida. Un pedo tal que detuviese el transcurso del mundo, la maquinaria del tiempo, y que le permitiese estar así a solas sobre la arena, para siempre. Nota entonces en su ano la presión de una flatulencia, pero sabe contenerse con una precisa y rítmica contracción. Desaparecer tras una cortina de humo. Lo que para un ser humano es un manido truco de mago de tercera para un simple y ridículo calamar es parte fundamental de su vida. Una explosión de tinta, a su debido tiempo, puede salvarle, puede salvar su mundo. No se puede imaginar a los seres humanos, a todos aquellos seres que por miles, semidesnudos, vanidosos y felices le rodean con tal terrible arma a su disposición. ¿Quién no utilizaría la tinta a la hora de enfrentarse al problema más idiota que pudiera encontrarse al cabo del día? Lanzaría la tinta, elevando levemente su culo, contra su jefe, contra sus padres, contra todas aquellas mujeres que se fugaron, contra el policía que rellena el formulario de una multa, contra el funcionario que dice no… Se imagina Damián a toda aquella gente sobre la arena, con sus bikinis recién estrenados, de una nueva tela sintética capaz de secarse en treinta segundos, lanzándose chorros de tinta negra a la cara. Se lo imagina y es feliz. Cierra los ojos. Basta por hoy.

(publicado el día 2 de agosto de 2008, en El mundo ed. Cantabria)

AFTERPOST

En Afterpost. Gracias.

miércoles, 30 de julio de 2008

DESDE FUERA

Desde hace años soy fan de la poesía de Álvaro Valverde. Su Las aguas detenidas, Una razón oculta, A debida distancia o Ensayando círculos, introducen al lector en un enigmático espacio poético donde la imginación y la realidad se funden a través, siempre, de una sutil reflexión sobre los hechos del mundo. Por fin, tenemos libro nuevo, con el sugerente título de Desde fuera, publicado en Tusquets. Y no defrauda. Un poema, Trenes en la noche, es de los que más me han gustado. Así comienza

Imagina dos trenes
rodando en la alta noche,
que se cruzan de golpe
camino cada cual de su destino.

En cualquier parte,
en medio de un empalme en ningún sitio,
por vías oxidadas, se detienen.

Miras por el cristal y allí,
en lo negro,
se ilumina una cara justo enfrente.
[...]

A LA ITALIANA

aquí

miércoles, 23 de julio de 2008

CIENCIA SIN FICCIÓN



Espronceda se preguntaba con cierta ironía: «Yo, con erudición, cuánto sabría». Sin embargo esa erudición, en ocasiones, puede descentrarnos, hacernos desconfiar de la espacie humana e incluso hacernos reír. Eso es lo que pretende la revista de humor científico Annals of Improbable Research, revista de carácter bimestral que parodia a los científicos. Dicha revista entrega todos los años, en la Universidad de Harvard, los llamados anti-nobel, los Premios Ig Nobel. Antes de que se entreguen los de 2008, algunos de los cuales se están gestando ahora, podemos disfrutar con los de 2007. Es necesario advertirlo, todas ellas son investigaciones verídicas. Veamos algún caso. No tiene desperdicio el Premio de la Paz, que se lo llevó el Laboratorio de la Fuerza Aérea Patterson Wright, que sopesó la posibilidad de fabricar una Bomba gay para provocar la homosexualidad en el enemigo y con ello minar la moral y la disciplina de las tropas. O el de medicina, a Witcombe y Meyer por un análisis de los efectos secundarios de introducirse espadas por la garganta. Llegaron a la conclusión de que ocasionaban irritaciones. Al respecto, presentaron el caso de un hombre que se hizo daño en el esófago y al que se le inflamó la membrana protectora de los pulmones "cuando le distrajo un papagayo que tenía en el hombro y que se estaba portando mal". El de física fue para L. Mahadevan, de la Universidad Harvard, y E. Cerda, que fueron reconocidos por su estudio sobre cómo se arrugan las sábanas. Hay incluso españoles. El de lingüística fue a parar a Josep Trobalon y Nuria Sebastián, de la Universidad de Barcelona, que realizaron un estudio que demuestra que las ratas a veces no distinguen entre el japonés y el holandés cuando las personas hablan esas lenguas al revés. Lo más inquietante, sin duda, es que sea sólo a veces. También hay joyas en ediciones anteriores. En 2001, el anti-nobel de física fue para David Schmidt, por su solución parcial al problema de por qué las cortinas de ducha ondean hacia dentro.
Ya lo saben, no se traguen por descuido un sable, produce irritaciones. O si descubren que su hijo le habla al revés a las ratas puede que no se haya vuelto loco sino que simplemente esté preparando un trabajo de ciencias. En fin, para decirlo de otro modo: yo, con erudición, cuánto me reiría.

(publicado el día 23 de julio de 2008, en El mundo ed. Cantabria)

SOBRE EL POEMA ENVENENADO

tres cosas. gracias
aquí,
aquí
y aquí







jueves, 17 de julio de 2008

DESAPARECIDOS



El hombre desea por naturaleza desaparecer, esfumarse, no ser visto, o mejor: ver sin ser visto. De esto trataba Platón en el mito de Giges cuando hablaba de un pastor que al girar su anillo era capaz de desaparecer. No es el estado de desaparecido lo que nos atrae sino el proceso de desaparecer. Cuando dos niños juegan al escondite a lo que juegan en realidad es con el deseo de que nunca los encuentren, sin embargo cuando el juego se prolonga, el niño escondido, tiende a ayudar al que lo busca, reclama ser de nuevo en este mundo. Nadie desea desaparecer demasiado tiempo, alejarse de ese punto central que es la historia de su vida. El Gran Houdini gustaba de darse a la fuga. Fue el gran mito de la desaparición. Escribió un libro de título embriagador: “La manera correcta de hacer el mal”. Houdini alcanzó la fama con un truco llamado “Metamorfosis”. Siendo un hombre inocente era capaz de escapar de lo mejor que el sistema penitenciario podía ofrecer: la máxima seguridad. Houdini lograba salir de cualquier cosa. No era ni un criminal ni un santo, y precisamente por eso, por resistir en esa línea roja, logró la fama e hizo de su vida una larga fuga. San Alejo, por su parte, optó por desaparecer siendo él mismo. Me explico. Su leyenda cuenta que siendo rico comprendió que su vida rodeada de riquezas era un peligro para su alma, así que decidió servir a Dios en la mayor humildad, y se fue de Roma disfrazado de mendigo. Cuando se descubrió su fortuna temió que le adularan y regresó, pero antes de entrar en su casa los sirvientes le ordenaron guardar silencio y le hicieron ocupar un lugar bajo la escalera, donde por la noche se resguardaban los perros. Allí vivió y contempló a su esposa, a sus hermanos y a sus hijos subir y bajar la escalera, los oyó hablar de él como un desaparecido o incluso muerto, y presenció el luto que llevaron en su memoria. Así nos los cuenta Hoffmansthal. Pero tenía Alejo prohibido darse a conocer, así que vivía en su propia casa, sin ser reconocido por nadie. Pero en realidad lo poseía todo como ningún amo poseerá su casa, porque ¿posee el amo la oscuridad en la que por la noche se sumen los pasillos, el descaro del cocinero o el suspiro de la criada más humilde? La huida es el argumento básico, quizá como el deseo, la única posibilidad de seguir siendo humanos.

(publicado el día de julio de 2008, en El mundo ed. Cantabria)

jueves, 3 de julio de 2008

ISLAS FEROE


Koltur es la isla menos poblada del archipiélago llamado Islas Feroe. Tan sólo tiene dos habitantes. En realidad Lítla Dímun debería ser la protagonista pero es la única isla deshabitada del archipiélago. Tiene 0,8 kilómetros cuadrados y la tercera parte de la isla es un enorme acantilado que complica extraordinariamente su acceso. Nadie vive allí. Nunca ha habido una colonia humana. A lo sumo alguien de paso, unas cuantas ovejas y algunos pájaros llamados payasos de los océanos. Pero hablemos de Koltur. Koltur significa “potro”, y está situada en el Mar de Noruega. Hace unos treinta años, o algo más, esta pequeña isla llegó a tener cerca de cincuenta habitantes divididos en dos familias que curiosamente, y de forma enigmática, no tenían ningún vinculo, ningún tipo de relación ni de comunicación entre sí. De pronto, en la década de los ochenta, misteriosamente, la población de Koltur abandonó la isla, se esfumó, dejando allí a unas cuantas ovejas aisladas del mundo.
Bjørn y Lükka Patursson son los únicos habitantes hoy de Koltur. Viven como animales perdidos en la zona llamada Kirkjubøur desde 1994. Ambos tienen en su rostro una ruda seriedad que puede llegar a infundir miedo y sin embargo su objetivo no es otro que el de que aquella isla se vuelva algo exótico, paradisíaco en mitad del gélido mar de Noruega. Un nuevo y extravagante destino turístico. Creen que la belleza es una forma de estar. Existe únicamente una forma de llegar a Koltur: en helicóptero. Nada de ferry, ni de otros medios. A Koltur sólo llega el helicóptero tres veces por semana. Lunes, miércoles y viernes, y algún viaje especial en domingo. Eso exige demasiada disciplina. Sin embargo, ¿qué es lo que buscaban realmente Bjørn y Lükka Patursson regresando a aquella isla? Eso es lo que uno se pregunta mientras el helicóptero aterriza y observa sus ojos azules y pequeños. Han creado una extraña forma de turismo, el total aislamiento. Los Patursson viven cerca de un antiguo pueblo feroés que pretenden reconstruir para el turismo. Allí no hay nadie. Atlantic Airways es la compañía que gestiona los vuelos desde Vàgar, una de las ciudades más “grandes” de Islas Feroe. No sólo eso sino que es además la empresa patrocinadora de la temida Selección de Fútbol de Islas Feore. No se lo pierdan. Reserven en www.koltur.com.

(publicado el día 3 de julio de 2008, en El mundo ed. Cantabria)

miércoles, 25 de junio de 2008

HOSTAL, CARRETERA

Hay un extraño atractivo mitológico en los hostales a pie de carretera. Allí uno es capaz de disfrutar de una decadente forma de ver el mundo. Se trata de lugares que no son ciertamente lugares, sino espacios para el tránsito o para desaparecer. Sin embargo, la necesaria construcción de autovías y autopistas, va dejando de lado, y muy lejos de la circulación, estos ya infernales lugares. Por ejemplo, este viejo lugar desde donde escribo, muy cerca de un desguace, fue en sus buenos tiempos un punto neurálgico clave. Antes de que a menos de un kilómetro hacia el norte construyeran la autovía desviando el curso natural de la rutina, por este lugar circulaban diariamente miles de coches, de camiones, de autocares. El grueso de la circulación que atravesaba España pasaba irremediablemente frente a su puerta. Era algo así como el centro de una red donde los hombres de negocios, los viajantes, los camioneros o simplemente las familias, cruzaban sus vidas por un instante. Y en ello había algo mágico. Sobre sus ya viejas mesas de madera de haya se han firmado contratos, se ha discutido de fútbol, se han comido gruesos pinchos de tortilla, se han mirado de cerca los amantes, se han odiado de cerca los amantes, se han tallado nombres dentro de corazones mal dibujados cuando el confiado camarero no miraba… Pero los planes estratégicos de infraestructuras dieron la vuelta a todo. De aquello apenas queda un olvidado neón del que aún se debe algún plazo, una cantidad ingente de sillas que nadie utilizará (pero que se mantienen amontonadas con la vana esperanza de un tiempo mejor) y un pequeño cobertizo semicubierto en la parte trasera que en su día tuvo la intención de ser la ampliación del restaurante y que ha terminando siendo un almacén cubierto de plásticos. Nada más. Las fábricas de alrededor fueron también desapareciendo poco a poco: una pequeña empresa de matricería y estampación fue la primera, luego un taller de carpintería metálica, una fábrica de piensos, un taller mecánico y finalmente un club de alterne. Todo acabó esfumándose dejando como huellas sus pesadas y grises ruinas. Tan sólo el golpe metálico de un coche a punto de desaparecer entre dos tenazas enormes nos recuerda la presencia cercana del viejo desguace y de un pasado mejor. De los veinte camareros ahora sólo quedan tres.

(publicado el día 25 de junio de 2008, en El mundo ed. Cantabria)

sábado, 21 de junio de 2008

EL ACARICIADOR



El verano de 1987 el pueblo de Almendralejo se hizo famoso por una ola de calor, pero también por el célebre caso del acariciador loco. Imaginen el calor superando los cuarenta grados, gente incapaz de salir a la calle, ancianos moribundos que sufren pesadas alucinaciones, personas que ven que su sueño peligra, que se desnudan y se acuestan con el deseo inalcanzable de que el calor se ahuyente de sus casas. Y todo en vano. Sin embargo lo que no sabían los habitantes de Almendralejo es que les acechaba el acariciador loco. Este sujeto esperaba a que llegara la noche. Así, cuando todas las ventanas de todas las casas quedaban abiertas de par en par tratando de hallar una mínima corriente de aire que no llegaba, él se colaba en las alcobas, se metía en las camas de los desconocidos, desnudos, destapados y desprotegidos, y se dedicaba a acariciar los genitales masculinos que pillaba. Eso ocurrió noche tras noche, casa tras casa, durante aquel fatídico verano de 1987. Aquellos hombres sudorosos, cansados por el calor pegajoso como el alquitrán, eran sus víctimas inocentes. El acariciador pasó desapercibido porque aquellos hombres apenas se resistían a sus caricias, dormidos y cansados como estaban. Hasta que alguien, un alguien que debió despertar en medio del show del acariciador, despertó y lo denunció. Ahí quedó descubierto el asunto. Sin embargo, una sombra de duda caló a los ciudadanos de Almendralejo, se miraban desconfiados los unos a los otros, las mujeres se sentían traicionadas y los hombres vejados, sucios en su hombría: ¿en cuántas casas se había colado el acariciador? Más aún, ¿cuántos de sus vecinos habían sido acariciados?, ¿cuántos genitales habían sido palpados sin que sus dueños se enterasen? Tocamientos que habían pasado como leves jugueteos de la esposa dormida. Así lo describió un acariciado: Uno piensa que es la mujer y se deja querer durante unos segundos. En fin, todos podemos confundirnos
El sexo confunde, el acariciador lo descubrió y recientemente también un hombre en Málaga que después de una borrachera en una fiesta con familiares se fue a acostar junto a su esposa con la que hizo el amor. Sin embargo al despertar descubrió que a quien tenía debajo no era su esposa sino a su primo. En fin, llega el verano. Cierren bien sus ventanas. No inviten a familiares.

(publicado el día 19 de junio de 2008, en El mundo ed. Cantabria)

viernes, 13 de junio de 2008

EL PATRIOTA


Un equipo de la Universidad de Queensland se esfuerza en demostrar la existencia de vida en los nanobios. La herramienta principal del equipo es un microscopio electrónico de barrido Jeol 890, un instrumento capaz de aumentar los objetos casi un millón de veces. Bien, pues ni usando el microscopio electrónico de barrido Jeol 890 podría hallar en mí interés alguno, ni mucho menos sentimiento, relativo a lo que llamamos nación, patria o región. Lo he intentado, de veras. He tratado de decirme soy español, me he puesto la mano en el pecho, he revisado su cultura, su historia, su tradición, he visto partidos de todas sus selecciones, he recurrido a la Universidad de Queensland, y nada. También me he dicho soy cantabro, y eso quizá ha sido peor. En fin, que me daba igual. Sin embargo, al leer a Vivanco encuentro una afinidad: “Ser español ocupa un puesto secundario en el orden de importancia de las cosas que soy. A mí, que no soy patriota, y que no siento a España como nación o unidad de destino, me coge España o el amor a la patria por dos cosas: la geografía, el puro paisaje, y la lengua, el idioma”. Eso se asemeja más. Paisaje e idioma y quizá algo más, administración. Creo en la nación, por ejemplo, como eje administrativo, como regulador o árbitro, y punto. ¿Por qué ha de imponérsenos una idea sentimental de nación? El nacionalismo, de cualquier clase, es una lacra y lo es sobre todo por ser sinónimo de sentimentalismo, y el sentimentalismo patriótico y prepotente nos ha llevado muchas, muchísimas veces al desastre. Identificarse con símbolos, ya sean banderas, escudos e himnos, no es sinónimo de unidad como algunos quieren hacer creer, sino conciencia plena de exclusión. Quien no se identifique o no quepa en su exclusiva simbología nada tiene que hacer. Lo importante de un Estado es saber administrar sus diferencias, lo peligroso: identificarse con símbolos y sentimentalismos de otro siglo.
Como resumen me apropio de un poema de Carmelo Iribarren: mi mujer y mi hijo, estas paredes y estos libros, un puñado de buenos amigos aquí y allá que me quieren –y a los que yo quiero de verdad-, las olas del cantábrico en septiembre. Tres bares, cuatro con algún otro garito de otra ciudad. Aunque sé que me dejo algunas cosas, puedo decir que, de ser algo, ésa es mi patria. Lo demás son historias.

(publicado el día 13 de junio de 2008, en El mundo ed. Cantabria)

miércoles, 11 de junio de 2008

LUIS FELIPE VIVANCO, SIN PREJUICIOS



Luis Felipe Vivanco (1907-1975) fue un tipo y un poeta con mala suerte. Un poeta desafortunado. Un poeta cuyo primer libro apareció cercano el mes de julio de 1936 y cuya muerte coincidió en día y casi hora con la de Francisco Paulino Hermenegildo Teódulo Franco y Bahamonde Salgado Pardo (hasta su nombre era feo). Mala suerte, sí, reconozcámoslo. Mala suerte para el poeta, claro. Pero además debemos sumar a ello un error, un pecado de juventud del que se arrepentirá toda su vida: confundir su catolicismo, sano, personal y coherente, con cierto terrible catolicismo castizo, cruel y español. Este error, esta confusión juvenil le llevó durante unos años a tontear con la derecha más chunga y a situarse cerca de la Falange junto a Dionisio Ridruejo y Luis Rosales. Pronto se dará cuenta, al inicio de la década de 1940, de su terrible error. Sin embargo, este hecho, como un virus indestructible lo etiquetará de falangista hasta su muerte, lo que ha impedido la lectura profunda y atenta de su obra. Se trata, sin duda, de un poeta de alto aliento, potente, fuerte, que fue a más, siendo su último libro Prosas propicias (1976), libro publicado póstumamente, una valiente obra de vanguardia que cerraba una impecable trayectoria poética. Hay tres periodos fundamentales en la poesía de Vivanco. Un periodo inicial clasicista, algo frío y en algunos poemas claramente esteticista que comprende los libros Cantos de primavera y Tiempo de dolor (1940). Tras la guerra civil, situado ya en la órbita de la revista Escorial, encontramos a un poeta vivo y dinámico, que escribe algunos de sus mejores libros como Continuación de la vida (1949), donde hallamos poemas verdaderamente importantes como “La embriagada” y El descampado (1957) donde desde una poesía de corte realista explota intensamente la imagen sugerente del descampado como aquel sujeto obligado a vivir fuera de la naturaleza, expulsado, en un estado fronterizo entre la civilización y la naturaleza. Quizá quepa ver esta imagen como metáfora de su propia situación vital ante un régimen dentro del cual se siente perdido. Entre 1949 y 1950 participa activamente en La Escuela de Altamira, unas jornadas de arte contemporáneo llevadas a cabo en Santillana del Mar y donde lo hallamos junto a nombres como Ángel Ferrant o Ricardo Gullón. En 1950 publica en la revista santanderina Proel una interesante poética (“Aproximándome a la poesía temporal y realista”) donde expone su llamado realismo intimista trascendente. Allí proponía una mirada a la realidad pero haciendo que ésta quedara integrada en la imaginación particular del poeta, es decir, tratando de evitar que el poema se tornase simple documento oficial. El año 1958 será, sin embargo, año de transformación. No sólo publica su indispensable Introducción a la poesía española contemporánea, sino que traza un cambio fundamental en su poética con la publicación de
El libro tiene como germen una serie de poemas surrealistas publicados en el lejano 1928, inducidos por su amigo entonces Rafael Alberti. Junto a esos poemas escribe otros nuevos donde la orbita surreal empaña su escritura. Un libro, quizá, de lo más impactante de su producción, pero que apenas fue entendido en una época como aquella de 1958. Traduce y edita entonces al Larrea creacionista y vuelve a proyectar un libro de vanguardia que finalmente no verá publicado en vida como es el ya citado Prosas propicias. Se trata de un poeta que merece la pena ser leído sin los anteojos etiquetadores que nos tiñen de prejuicios.
El pasado año 2007 se cumplieron cien años de su muerte y se pasó sobre él de puntillas. Hoy la vuelta a su Diario, escrito entre 1946 y 1975, es sin duda un ejercicio de historia o de intrahistoria, como gustaba decir. Su diario es un taller de poemas y de reflexiones que no deja a nadie indiferente y que además nos permite descubrir al hombre atormentado, exiliado interior y poco comprendido que fue. Hallamos arrepentimiento y autocrítica: “el daño que me ha hecho [la política] en dos épocas de mi vida FUE y Falange” (1946). Afirmaciones de su catolicismo y críticas al catolicismo español: “soy católico de izquierdas porque creo que la Biblia es un libro maravilloso. (Los católicos de derechas no leen la Biblia)”, o “tal vez nuestros arzobispos sean más franquistas que papistas” (1956). Críticas a la situación cultural y política de España: “Todo lo que tiene calidad en España es antifranquista” o mientras veranea en Loredo apunta en su diario “¡Qué gusto saber que hay en Francia y en Italia juventudes sin estos campamentos, sin 18 de julio!” (1956). Todo esto deriva en una jugosa y compartida, a mi entender, forma de comprender España, y el concepto de patria: “Ser español ocupa un puesto secundario en el orden de importancia de las cosas que soy” o “A mí, que no soy patriota, y que no siento a España como nación o unidad de destino en lo universal, etc., me coge España o el amor a la patria por dos cosas: la geografía, el puro paisaje, y la lengua, el idioma” (1958). Deliciosas palabras de un poeta considerado franquista por muchos que en 1963 escribe en su diario: “entra en mi cuarto de soñador antifranquista el viento frío gallego”. Esto es sólo un ejemplo de un diario, de una vida y de un poeta fascinantes. Lean, traten de hallar y de leer sin prejuicios la obra de Luis Felipe Vivanco y disfruten todo lo que puedan.

(Publicado el día 11 de junio en El diario montañés)

viernes, 6 de junio de 2008

I LOVE THE MOZA´S

Por encima de mi careto, ya me veis con exceso de cabellera y media sonrisa de chulapo venido a menos, y por encima del título que aún no he decidido, se puede leer el nombre genérico y acogedor de esta columna, bajo el cual todos los columnistas nos cuadramos: Al este del oeste. Ignoro el por qué de este título, pero desde que comencé a colaborar me ha llamado enormemente la atención. Y lo ha hecho por un motivo sentimental. Al este del oeste es mi película favorita del olvidado y nada reconocido Mariano Ozores.

Al este del oeste (1984) es una de esas películas, hoy un tanto frikis, de humor idiota, que no surrealista, pero que provoca la risa brutal del espectador. Entre sus protagonistas hallamos a Esteso, Ozores, o Juanito Navarro. Al este del oeste es una película que alguien sabiamente a denominado de paella werstern. Su argumento es “simple”: los habitantes de un pueblecito están atemorizados por dos bandas de ladrones que les asaltan todas las semanas. El alcalde ha escrito una carta a Bill “Pistolas de Oro” (Esteso), el hombre más rápido del oeste. El vaquero ha prometido ayudarles en lo que pueda. A partir de ese momento puede decirse que la trama desaparece y que en su lugar se van encadenando secuencias sin sentido aparente y de una absurdidad desternillante. Hay varios momentos clave: las patatas que planta un indio (Juanito Navarro) salen de la tierra con la redecilla dispuestas para su consumo, o el momento en el que el camarero pregunta a Esteso “qué va a ser” y éste responde: “naranjero como mi padre”. Sin embargo, el momento clave está en su banda sonora, una canción perfectamente entonada por Esteso donde le oímos narrar una “historia” que da el “sentido” a la película. Ésta es la letra: “The sky with sun que te torras, / White Label, Chivas, Long Jhon, / el Dyc se lo drink your father / the better is the Glenn Horse / My name is Bill Golden Pistols, / my horse is Silver: away! / I go por todo el Oeste to kill malo's pipóls / I love the moza's, que yo me tropiezo in my way”.

Ya no valen las distinciones entre alta y baja cultura. Todo vale, hasta ser un drácula ye-ye, como cantaba Pajares hace ya cuarenta años. Yo hice a Roque III, La Lola nos lleva al huerto o Los bingueros. Títulos inolvidables que merecen su estudio sociológico. Llegará.


(publicado el día 6 de junio de 2008, en El mundo ed. Cantabria)

jueves, 29 de mayo de 2008

AUTOBOMBO, UNA NUEVA CRIATURA


MUERTES ESTÚPIDAS

La muerte me agobia. O mejor, la idea de la muerte. O bueno, no exactamente la idea de mi muerte. O sí. O tal vez me agobia el hecho de que llegue mi muerte y vosotros viváis. O que me sobrevivan mis cosas con lo simples e idiotas que son: un boli, una lata de albóndigas, esta piedra... La cosa es que lleva un tiempo rondando en mi cabeza esta siniestra idea. Quizá tenga que ver el hecho de que tras firmar un documento legal haya descubierto que valgo más muerto que vivo. En fin… La cosa es que acudí entonces a Internet en busca de consuelo y bueno, al final, ya sabéis, lo de siempre. Eros y thanatos acaban unidos. Me pasé el tiempo visitando webs porno para comprobar si entre todas esos amateurs encontraba a algún conocido. Un amigo me cuenta que en una de esas páginas se encontró de golpe con su novia practicando salvajemente una felación de 8,40 minutos, tiempo que tardó el susodicho amigo, cuyo nombre guardo celosamente, en darse cuenta de que el miembro protagonista de la acción era el suyo y que su novia se dedicaba a grabarlo. ¿Y la muerte? Ah, comenzaba ya a olvidarme de ella.
En fin, la cosa es que tratando de hallar respuestas en Internet sobre la muerte encontré lo que de alguna manera acabó por consolarme. ¿Y si la muerte encierra un premio? No, no hablo de nada religioso. Me refiero a que la muerte, el acto de morir, se convierta en objeto de preciado galardón. Existe un trofeo llamado Darwin cuyo objeto es premiar a la muerte más estúpida del año. Sí, es cierto, que no nos engañen. La muerte nunca es digna, jamás, lo que es, fundamentalmente, es una putada, pero no existe la muerte digna o indigna, existe la muerte a secas con su simbología diversa y la muerte estúpida. Nada más. Una u otra. Entre los ganadores de este premio Darwin encontramos el caso de aquel que murió atropellado por la ambulancia que venía a rescatarlo, o quien fue atropellado por su propia moto, o el conocido caso de un militar que puso un reactor de avión a su humilde coche lo que provocó que en unos segundos se pusiera a más de 450 km/h. Apenas encontraron restos del hombre. Hay otras muertes ridículas como la de Tennessee Williams, muerto en 1983 al tragarse el tapón de un tubo de medicamentos que intentaba abrir. Ya saben. Mueran con estilo. O no.
pd.: visiten www.darwinawards.com

(publicado el día 29 de mayo de 2008, en El mundo ed. Cantabria)

miércoles, 21 de mayo de 2008

A BULWER-LYTTON

Cervantes lo sabía, Musil lo clavaba, García Márquez lo perfecciona, y mucho antes que ellos Homero pedía ayuda a la musas. Enganchar al lector desde la primera línea es un arte elevado, difícil, complejo y desquiciante para el escritor. Si no que se lo digan a Edward George Bulwer-Lytton que da nombre a un dudoso galardón que convoca la Universidad de San José, California, cuyo objetivo no es otro que premiar a los peores inicios de novela del año. No se trata de premiar al mejor sino al peor. Bulwer-Lytton, autor de Los últimos días de Pompeya, pasó a la historia por escribir, según dicen, el peor inicio posible en su novela Paul Clifford: “Era una noche oscura y tormentosa…”. Desde hace ya varios años se lleva celebrando este premio con amplio éxito en sus dos modalidades: Bulwer-Lytton, para inicios extensos y farragosos cuyo último ganador fue Jim Guigli por: “El detective Bart Lasiter se encontraba en su oficina analizando la luz que entraba por una ventana, cayendo sobre su superburrito, cuando se abrió la puerta y apareció una mujer cuyo cuerpo decía “te has comido tu último burrito por ahora” cuyo rostro decía “los ángeles sí existen”, y cuyos ojos decían que ella podía hacerte cavar tu propia tumba y lamer la pala hasta dejarla limpia”, y el Lytton-Lytton, para comienzos terribles en pocas palabras: “El Dr. Metzger se dio la vuelta para recibir a su nuevo paciente, totalmente ignorante de que pronto se convertiría en miembro de una secreta hermandad tan antigua como la urología misma”. Ahora recuerdo el que nos describe Will Ferguson en su maravillosa novela Happiness: “Ella no dijo nada. Se limitó a morderse el labio inferior y lamerse el superior”, con lo que imagino que cientos de lectores, quizá como usted o como yo, estemos tratando de retorcer nuestra boca intentando realizar dicha proeza. En fin, piénsenlo antes de ponerse a escribir.

(publicado en El mundo ed. Cantabria)