El hombre desea por naturaleza desaparecer, esfumarse, no ser visto, o mejor: ver sin ser visto. De esto trataba Platón en el mito de Giges cuando hablaba de un pastor que al girar su anillo era capaz de desaparecer. No es el estado de desaparecido lo que nos atrae sino el proceso de desaparecer. Cuando dos niños juegan al escondite a lo que juegan en realidad es con el deseo de que nunca los encuentren, sin embargo cuando el juego se prolonga, el niño escondido, tiende a ayudar al que lo busca, reclama ser de nuevo en este mundo. Nadie desea desaparecer demasiado tiempo, alejarse de ese punto central que es la historia de su vida. El Gran Houdini gustaba de darse a la fuga. Fue el gran mito de la desaparición. Escribió un libro de título embriagador: “La manera correcta de hacer el mal”. Houdini alcanzó la fama con un truco llamado “Metamorfosis”. Siendo un hombre inocente era capaz de escapar de lo mejor que el sistema penitenciario podía ofrecer: la máxima seguridad. Houdini lograba salir de cualquier cosa. No era ni un criminal ni un santo, y precisamente por eso, por resistir en esa línea roja, logró la fama e hizo de su vida una larga fuga. San Alejo, por su parte, optó por desaparecer siendo él mismo. Me explico. Su leyenda cuenta que siendo rico comprendió que su vida rodeada de riquezas era un peligro para su alma, así que decidió servir a Dios en la mayor humildad, y se fue de Roma disfrazado de mendigo. Cuando se descubrió su fortuna temió que le adularan y regresó, pero antes de entrar en su casa los sirvientes le ordenaron guardar silencio y le hicieron ocupar un lugar bajo la escalera, donde por la noche se resguardaban los perros. Allí vivió y contempló a su esposa, a sus hermanos y a sus hijos subir y bajar la escalera, los oyó hablar de él como un desaparecido o incluso muerto, y presenció el luto que llevaron en su memoria. Así nos los cuenta Hoffmansthal. Pero tenía Alejo prohibido darse a conocer, así que vivía en su propia casa, sin ser reconocido por nadie. Pero en realidad lo poseía todo como ningún amo poseerá su casa, porque ¿posee el amo la oscuridad en la que por la noche se sumen los pasillos, el descaro del cocinero o el suspiro de la criada más humilde? La huida es el argumento básico, quizá como el deseo, la única posibilidad de seguir siendo humanos.
(publicado el día de julio de 2008, en El mundo ed. Cantabria)
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