miércoles, 29 de diciembre de 2010

DE TRES EN TRES. LIBROS DE 2010 QUE ME HAN GUSTADO




No soy muy dado a las listas. O bueno, tal vez es que no he sabido nunca enfrentarme a ellas. Por eso esto no es una lista sino una especie de recuerdo/recuento. ¿Qué me ha gustado últimamente? Esta pregunta, un tanto ególatra, me da algo de reparo. Lo diré de otro modo… Lecturas que recuerdo más… No, peor… En fin, que sin pensar demasiado voy a poner brevemente en algunos post cosas que me apetece contar.

Empezaré por un libro en prosa. Se trata del libro Isla decepción (Pre-textos) de Rafael Fombellida. Es un libro en prosa, sí, pero se trata de una obra difícil de catalogar, y eso es lo interesante. Conocida es la faceta de Fombellida como poeta, autor de libros como Norte magnético (Dvd ediciones) o Canción oscura (Pre-textos), libros de una hondura reflexiva llena de sugerencias y símbolos.

Sin embargo, el último desembarco literario de Fombellida es un libro híbrido. O alucinadamente híbrido. Cuando parece un dietario se transforma en una novela, cuando crees que es un relato tiene tono de poema, y de pronto ese mismo poema se transforma en una reflexión sobre una ciudad o sobre la poesía de Guillén, por ejemplo… Es esto lo que hace del libro un texto hipnótico y adictivo. Uno puede entrar en él por donde quiera y disfrutar de sus entradas como quien se deja llevar por la corriente. Nos habla de su vida pero sabe hacer de ese yo que habla perfecta ficción universal. Fombellida juega con los lectores, juega a despistarnos, a traernos y llevarnos y, de pronto, deja sobre nuestra espalada una enorme losa en forma de pensamiento que no nos abandona durante el resto del día. Quizá, ahora que lo pienso, sea éste el mejor libro de poemas de Rafael Fombellida, aunque no sé si él estará de acuerdo. A mí por lo menos me dejó estupefacto este año. ¿Estupefacto? No. Esa no es la palabra. Es una palabra demasiado fea. Pero bueno, creo que queda claro que este año ha sido un libro que me ha gustado mucho. Fragmento aquí.

Siguiendo con la prosa no puedo dejar de citar Homer & Langley, la novela de E. L. Doctorow que la editorial Miscelánea publicó en abril de este año. No sé por dónde debería a empezar con esta novela. La historia sería simple de contar: dos hermanos, uno de ellos ciego, se dedican a vivir hacia dentro, es decir empiezan a acumular cosas en su casa hasta que fallecen allí mismo. Es decir: se trata de una historia más de Nueva York. Los hermanos Collyer llegaron a acumular toneladas de deshechos en su casa: periódicos, trastos, e incluso un coche, que desmontó uno de los hermanos en el salón de su casa mientras el otro, invidente, trataba de hallar caminos dentro de aquel laberinto. Cuando Langley murió, Homer, el ciego, que dependía de él, falleció por inanición. Lo dicho, la historia parece simple dentro de las leyendas de las grandes ciudades. Sin embargo, esta historia fascinó a Doctorow. Éste no se limitó a narrar la historia, sino que fabuló en torno a ella, la transgredió, creó dentro de ella nuevas rutas, transformando por completo la historia hasta hacer de ella literatura, que es lo que importa. En Doctorow el tema es la forma, como en los grandes escritores. El libro está lleno de iluminaciones. Uno de las más interesantes es el momento en el que Langley se dedica a traer a casa cantidades y cantidades de periódicos con el fin de escribir lo que él llama periódico universal, un periódico que vale para cualquier día de cualquier época, porque cada día es el mismo. “¿Quién iba a comprar semejante periódico?”, piensa Homer, el hermano ciego. Langley añade: “Pero Homer, dijo, ¿no gastarías cinco centavos por un periódico así si no tuvieras que volver a comprar otro nunca más? Reconozco que sería malo para las pescaderías, pero hay que pensar siempre en el bien de la mayoría.

¿Y los deportes?, pregunté.

Sea cual sea el deporte, dijo Langley, alguien gana y alguien pierde.

¿Y el arte?

Si es arte, ofenderá antes de ser venerado. Se exige su destrucción y luego empieza la puja?”.

Esto es solo un ejemplo. Lo fascinante de este libro reside en el proceso de gradual de acumulación de objetos y en cómo esa misma acumulación arrastra al lector por el interior de la casa. La acumulación y la progresiva ceguera son tanto elementos físicos como psicológicos en los que el lector acaba atrapado. Sentimos el peso de los objetos, sus laberintos, sus peripecias y, sobre todo, sus conversaciones y pensamientos enajenados y claustrofóbicos. La literatura de Doctorow nos golpea como el gran escritor que es, portador de una insólita capacidad de arrastre (baste recordar su Ragtime). Más info aquí.



Antonio Crabera y su Piedras al agua (Tusquets). La verdad es que este libro aumenta su fuerza en cada lectura. Es Cabrera una de las voces poéticas —aunque esto suene a tópico— que crea, bajo mi punto de vista, la mejor poesía generadora de sentidos de la poesía actual. ¿Qué quiero decir con esto? Algo muy sencillo. Hay poetas que creen que por poner palabras elevadas una detrás de otra o por “cantar” y “ensimismarse en el canto”, creen (o aspiran a) producir una poesía filosófica, elevada o mística y lo único que logran es una especie de ripio ceremonioso y religioso que produce, en ocasiones, vergüenza ajena. Es en ellos la impostura un ejercicio habitual. Por el contrario, Cabrera es muestra de que es posible una poesía que roce, y asimile, el pensamiento y la filosofía, sin caer en estupideces ni en “coñazos poéticos”. Cabrera se introduce desde la palabra en el contenido y no a la inversa. En libros anteriores lograba alcanzar esos estados poético pero en Piedras al agua logra, creo, dar un paso más. Lo anecdótico se transforma en aventura poética a través de la mirada/reflexión del poeta. Ahora bien, esa anécdota no es la falsa anécdota de la poesía de la experiencia donde ésta —el hecho anecdótico— se imponía e iba por delante de la forma. Cabrera sabe manejar perfectamente los límites entre el lenguaje, la anécdota y el pensamiento. Poemas como “Monedas sobre la mesa” o “Suite de la CV202”, muestran claramente lo que digo. Para ejemplificar lo que digo y afirmar que éste, creo, es uno (junto a otros que iré comentando) de los libros de poesía que últimamente más me han fascinado dejo aquí el siguiente poema.

INVENTARIO MATINAL

Ahogándose en el humo


de los automatismos,


un resto de deseo de dormir.



La combustión de lo que hoy diré:


calor de la sintaxis.



Cierto argumento errado


a favor del placer de un desayuno


en soledad.



El enlace fortuito de recuerdos,


y su huella


como palabra lánguida


que no se ha completado y se evapora.



Aún la resonancia de la noche

contra el bulbo raquídeo.



Dudas


que palpan otras dudas: un tumulto


sin sitio a donde ir.



Los olores se estorban,

a punto de mezclarse.



En la piel de los brazos, helada, la baranda.



Y la mañana nítida,



y el cielo no mental,



y la flecha diaria de lo externo


vertiginosamente en mí.

*******

[continuará]

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