[EL EMPERADOR DE LOS HORTERAS. Un fragmento del prólogo a Muestrario (1918)]
Además, quiero ofrecerles un libro a los horteras; quiero
atraerles y engañarles. Es indudable que ellos quieren que se escriba un libro,
genuinamente para ellos.
[…]
—¿Cuándo escribe usted un libro para nosotros? —me decía
un día el emperador de los horteras.
[…]
Además, todos somos un poco horteras. En la tarde del sábado,
sin saberlo, se nos ocurre ir a la peluquería; y siendo en sábado cuando no
queríamos ir, es en sábado cuando vamos. En la noche de los sábados, nuestro
corazón se mueve horterilmente. Y somos horteras porque Dios nos hizo así,
porque Dios no quiso sino que fuésemos horteras, y por eso lo del “sudor de la
frente”. Lo que conservamos del soplo divino, de la voluntad divina es eso que
no deja de ser inefable y deleitoso y es horterismo puro.
Me da vergüenza por eso, de ese desprecio excesivo que
demuestran los cronistas infra-horteriles por los horteras.
[…]
¡Seamos buenos horteras, castizos horteras, consecuentes
horteras, geniales horteras, libérrimos horteras!
El hortera literario es el que más prodiga ese desprecio
por los horteras, sin pensar que él no es el hortera fatal sino el hortera
responsable, porque pudiendo no ha dado altura a su espíritu.
[…]
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