[Publicado originalmente aquí]
¿Es casual que en plena crisis
económica importantes instituciones pongan sobre la mesa programas para fomentar
la creatividad? ¿Alguien puede creerse que esta relación entre creatividad,
crisis y neoliberalismo es neutral y bondadosa? ¿Por qué sonreímos amablemente
cuando alguien pronuncia la palabra creatividad? ¿Por qué no pensar que podría
ser una palabra incómoda políticamente? Pero vayamos por partes. La creatividad
siempre ha sido un palabra fetiche relacionada con el arte.
Desde el romanticismo se nos habla
del artista como “alguien dotado de una sensibilidad innata superior a lo
normal”(Wordsworth) o de sujetos especiales impulsados naturalmente a la
creatividad. Pero como buen fetiche, lo creativo nunca queda del todo definido,
nunca queda perfectamente delimitado. Decía Palahniuk aquello de “si no
entiendes algo puedes hacer que signifique cualquier cosa”, y es cierto, así ha
ocurrido con esta palabra.
Como buen fetiche, la creatividad
es el sustituto del pene. Cómo si no explicar la explosión de creatividad en
los márgenes de la crisis. Talleres de creatividad y emociones, seamos
creativos, la creatividad y la felicidad… Etc. Pero, eso sí, la creatividad ha
de estar alejada de la política: siempre, como si la política fuese un charco
de amoniaco y la creatividad un tipo hipersensible y de olfato refinado.
Ahora el creativo ya no es sólo el
publicista sino también el emprendedor, él es el nuevo héroe-artista que nos
viene a decir que en lugar de Facultades de Bellas Artes hacen falta Facultades
de Bellos Emprendedores.
En este sentido, la nueva Ley de
emprendedores es para el emprendedor algo similar a lo que para el poeta era la“Poética”
de Aristóteles: una guía, un modelo. Allí (en la Ley), leemos: “Las
Administraciones educativas fomentarán las medidas para que el alumnado
participe en actividades que le permita afianzar el espíritu emprendedor y la
iniciativa empresarial a partir de aptitudes como la creatividad”. La
creatividad llega así a la escuela, como iniciativa empresarial y como poso
espiritual. Empresa y espíritu como vectores de la creatividad.
Pero vayamos más allá de eso. ¿Por
qué tanta creatividad?
La creatividad es un concepto vacío,
ciego, hueco. Por ejemplo: la creatividad tiene que ver con el universo
judeo-cristiano. La creación ex nihilo. Pero también se habla de la creación
como la exposición de un yo interior aprisionado. O la creación surrealista. O
la creatividad como un saber hacer (tipo Art Attack). La creatividad como
uso de la imaginación. Etc. Ésta última suele ser muy común en esos talleres
actuales. Imaginación y felicidad. Desligarse de la realidad. Expulsar los
problemas. Incentivar en el niño su potencial imaginativo. Stop.
Un momento.
La imaginación no siempre es algo
bueno.
Imaginar es un arma también.
¿Cuánta imaginación tuvo que
derrochar Himmler y compañía para escenificar unas duchas como simulación de
una verdad horrible como las cámaras de gas? ¿Cuánta imaginación en Charles
Manson? ¿Y la creatividad del Hitler pintor? ¿Y la creatividad de Bárcenas a la
hora inventarse compraventa de obras de arte?
Eso también es imaginación.
Esta apropiación de la creatividad
por parte del mercado, es decir, la transformación en fetiche de lo creativo,
es algo que ya viene de los años 50 y 60. Basta leer “La Conquista
de lo Cool” (Alpha Decay) de Thomas Frank para observar las estrategias del
mundo de la publicidad con el objetivo de vaciar un concepto de todo su
potencial y hacerlo blando y simple, para convertirlo en algo idiota con fines
comerciales.
La ductilidad de la creatividad
como concepto en manos de la derecha supone igualmente el desprecio de toda
posibilidad crítica. Un artista como Hans Haacke, en su crítica de este
concepto de creatividad convertido en fetiche empresarial, decía aquello de que
se estaba utilizando una noción de creatividad (de origen romántico-espiritualista)
de la gestión para potenciar los beneficios económicos a través del manejo
inteligente de mercancías y activos artísticos.
Sin embargo, creo, el problema es
más complejo. Veamos un caso interesante.
En Santander, Botín plantea un
centro de arte. Lo menos creativo, es cierto, aunque suene a chiste, es que con
tanta pasión por la creatividad el centro se llame Centro Botín, así, a secas
(es decir, la creatividad tiene sólo unos fines).
Desde hace un tiempo viene
ofreciendo la fundación Botín cursos, talleres, etc., donde la creatividad y
las emociones se ponen sobre la mesa como ejercicios de transformación de la sociedad. Pero, ¿realmente quiere Botín transformar la
sociedad? ¿Es acaso un marxista reprimido que está cansado de interpretar el
mundo y que quiere transformarlo a través de la creatividad? ¿Habrá leído las Tesis
sobre Feuerbach?
Leamos lo que pone en su web: “La
Fundación Botín ha elaborado un informe que muestra la importancia de la
creatividad en nuestra sociedad y, concretamente, en el ámbito educativo.
Aunque la creatividad es inherente al ser humano y se manifiesta de forma
natural en nuestra infancia, va quedándose dormida poco a poco debido a un
entorno y a una educación que a veces no la promueven, ni se preocupan de
entenderla y potenciarla. Este informe nos acerca a los beneficios que nos
brinda la creatividad a título personal y a sus posibilidades para generar
riqueza y desarrollo económico y social. Para ello debemos cuidar la
creatividad infantil, así como despertarla en aquellos casos en los que esté
algo dormida”.
O dicho de otra forma: Botín (sí, ¡Botín!)
nos acusa de que estamos adocenados, dormidos, que somos conformistas y que la
creatividad es la clave para despertar. Pero no dejemos de observar, en un análisis
del texto, cómo hábilmente se desplazan las palabras desde un significado de la
creatividad inherente al ser humano, espiritual, natural…a un significante
lógico (para él): generar riqueza y desarrollo económico. La Fundación Botín
a modo de un alegorista barroco experimentado, ha vaciado de sentido a la
palabra creatividad para un fin propio: generar riqueza.
Todo un genio de la destreza
textual.
Decía R.D Laing hace ya muchos años
que la creatividad no ha sido nunca –jamás– un arma para liberar al hombre y su
mente, sino al contrario, para ser atado más fuertemente. Contrapongamos las
palabras de Botín a estas palabras de Laing a ver qué sale: “Pensamos que
queremos niños creativos, pero ¿qué queremos que crean? Si a través de la
escuela se indujera a los niños a poner en duda los Diez Mandamientos, la
santidad de la religión revelada, las bases del patriotismo, la causa del
beneficio, el sistema de dos partidos, la monogamia, las leyes de incesto, y así
sucesivamente, tendríamos tanta creatividad que la sociedad no sabría hacia dónde
volverse”.
La creatividad, tal y como la
entienden las grandes instituciones y el gobierno, simplemente es una forma de construir
modelos ajenos a la política.
¿No sería necesario acabar de una
vez por todas con esta creatividad?
¿No sería misión del artista
llevar a cabo esa destrucción?
1 comentario:
¿Es posible abrir una fisura en la institución de la creatividad? Me recuerda a todo el debate en torno a a la crítica en el arte y su institucionalización. El sistema se apropia de cualquier cosa y la reutiliza una vez esta vacía de significado, mientras que a través de la estetización al servicio del mercado convierten el acto de crear o de imaginar en experiencias de tipo ganancial o de control. La destrucción a través del arte no será. ¿Cómo se puede destruir una imagen?
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