He tenido quince días tan podrido un dedo, que yo creí que me dejaba y se iba a buscar solito el sepulcro, antes que yo le acompañase; pero obligado de mis instancias, se ha quedado conmigo, con la obligación de mudar una uña y ahora estamos ocupados en esa diligencia.
Leandro Fernández de Moratín, en una de sus últimas cartas, poco antes de morir, en 1828.
2 comentarios:
A nosotros en la Facultad nos destrozaron a Moratín.
A mí me entusiasman estas cosas, es como el mal de orina que va apareciendo en las entradas del tesoro de covarrubias y que le obliga a a aligerar la carga del diccionario para poder llegar a terminarlo.
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