Darian Leader, El robo de la Mona
Lisa: lo que el arte nos impide ver, Madrid, Sexto Piso, 2014. Traducción
de Elisa Corona Aguilar
[Texto publicado, con leves variaciones, en el número de octubre-noviembre de 2014 de la revista Arte y Parte]
“Cuando Franz Kafka y su amigo
Max Brod llegaron a París tres semanas después del robo, les faltó tiempo para
ir y ver el espacio vacío. Como anotó Brod en su diario, la imagen de Mona
Lisa estaba en todas partes y, ni
siquiera daban tregua las salas de cine, donde se proyectaba una parodia sobre
el robo después de una alegre comedia muda. La imagen había logrado saturar la
cultura en todas sus formas de comunicación. Pero ¿qué podía explicar esta
abundancia de imágenes? Y, ¿por qué ir a mirar un espacio vacío? ¿Qué era
exactamente lo que Kafka y Brod esperaban ver?”. Tal vez sea esta expresión, tan habitual pero
al mismo tiempo tan engañosa, esperar ver,
lo que vertebra la sugerente propuesta de Darian Leader. ¿Qué es lo que
esperamos ver (y recibir) de una obra de arte? El tema de este libro no es,
simplemente, una recreación más del famoso robo de la obra de Leonardo Da Vinci,
sino, por encima de eso, lo que tal robo, por reducción al absurdo, estabilizó
como tema: la obra de arte como objeto diferenciado de lo real capaz de
abastecer de sentidos a través de su propia ausencia. ¿Puede haber alguna
relación entre ese robo y, por ejemplo, la obra coetánea de Malévich? O dicho
de otro modo: el tema de este libro es, en resumen, ¿qué comparten todos los
objetos en tanto que tales para ser llamados arte? ¿Existe un fondo común? ¿Cuál
es la mutación ontológica que sufren esos “objetos”? ¿En qué momento un objeto
abandona su estatus de cosa para deslizarse hacia el concepto de arte? ¿Cuáles
son las causas, los procesos de afirmación y negación que ocurren en su
interior? La complejidad de estas preguntas puede desbordar a cualquiera. Ahora
bien, ¿es esta perspectiva la que adopta Darian Leader? Difícilmente una
postura así nos llevaría más lejos que a una metafísica desaforada. La opción
de Leader tiende a analizar las mutaciones en la experiencia de los sujetos
antes los objetos (arte) y desde ahí dibujar casos, consecuencias,
aproximaciones. Leader lo sintetiza así: “Tal vez la historia de la
desaparición de la Mona Lisa pueda decirnos algo sobre el arte y por qué
lo contemplamos”. Este es el punto de partida: la escena de un delito como
forma de situar el problema de la mirada moderna. Puede parecer delirante, pero
no lo es. En este sentido esa mirada, pero sobre todo la lectura de Leader,
tiene un eje central: el psicoanálisis. Escribe: “El psicoanálisis puede ser
capaz de decirnos algo sobre por qué miramos”. Y esta perspectiva será muy útil
en algunos momentos de su análisis (en la mayor parte, de hecho) y sin embargo,
cegará otros en los cuales, todo hay que decirlo, se encierra en especulaciones
intrasíquicas obviando la pura materialidad e historicidad de los problemas.
Ahora bien, esto no invalida, ni mucho menos, su discurso.
Hueco dejado por el cuadro de la Mona Lisa tras su robo en 1911 |
Entre
los ejes de su análisis, tomemos este punto de partida: “Sin duda, el robo de
arte plantea un gran número de problemas legales y filosóficos, pero ¿cuáles
son los efectos emocionales y subjetivos de la desaparición de un objeto? Las
cosas se vuelven más interesantes una vez las hemos perdido”. El arte, viene a
decirnos Leader, deposita su atractivo en la posibilidad (real) de que jamás lo
poseeremos realmente, en tanto que es un espacio de la realidad del que seremos
expulsados. ¿Qué ocurrió con el robo de la Mona Lisa? La mañana del día 21 de
agosto de 1911 desaparecía misteriosamente el cuadro de da Vinci. Fue esta
desaparición la que desató una riada de teorías, lecturas posibles,
sospechosos, pero sobre todo la moda turística de ir al Louvre para ver el
vacío dejado por la obra desparecida. La “no-obra” estaba recibiendo, desde el
día en que se hizo público el robo, un número mayor de visitas que en los
momentos en los cuales la Mona Lisa descansaba sobre la pared. ¿Por qué? No es
el robo en sí mismo. Un banco, tras ser robado, no se transforma, normalmente,
en un lugar turístico. ¿Qué tiene la obra? El hecho de que ahí había algo que
valía la pena, el hecho de que la pérdida nos obliga a repensar el lugar que lo
perdido ocupaba realmente cuando nos era accesible. El robo fue ejecutado por Peruggia,
un tipo que había trabajado en el Louvre y tuvo escondido dos años el cuadro.
Interesante es la lectura del robo llevada a cabo por Leader, donde se
certifica el ridículo del proceso y de la investigación así como del hallazgo
de la obra. En cualquier caso, este proceso policial sólo le interesa a Leader
en la medida en la que le sirve de excusa para remitirnos (siguiendo el
tiralíneas psicoanalítico) hacia otros territorios de mayor complejidad.
Leader
echa mano de Lacan en este punto de partida (y como base de su argumentación):
“Lacan sostenía que una teoría psicoanalítica de la visión debería tomar como
punto de partida el hecho de que antes de observar, somos observados, y que
nuestra mirada es atrapada en lo que llamamos una dinámica de miradas”. La propuesta
sugiere que cuando observamos una obra no sólo hemos de tener como punto de
referencia nuestra mirada hacia el objeto sino que el objeto también participa
en ese proceso. Recuerda Leader, al respecto, las palabras de Paul Klee: “los
árboles me observaban a mí”. Y añade: “las imágenes nos capturan, como afirmaba
Lacan, en el punto en que nuestro desarrollo biológico se experimenta como
inadecuado, para establecer un patrón de alienación en las imágenes”. Las imágenes,
pues, nos capturan por su inaccesibilidad, y en ese “sentimiento de extrañamiento”,
como lo define Leader, se sitúa la atracción del objeto artístico. Desde aquí
desarrolla una teoría, o mejor, postula una hipótesis de trabajo que puede
sintetizarse bajo el rótulo de experiencia
romántica. Leader no lo denomina así. A este respecto no cita los textos
paradigmáticos, en el ámbito de la estética, de M. H. Abrams sobre la relación
entre imagen artística e imagen religiosa, y sin embargo su premisa es similar:
“el arte nunca ha dejado de ser religioso. […] El arte y la religión convergen
aquí en el tema del sacrificio. ¿En qué consiste un sacrificio? En volver
especial un objeto de alguna manera y ofrecerle este objeto
a una deidad. El arte también consiste en hacer algo especial, desde sus
formas más clásicas hasta la noción moderno de lo prefabricado, el objeto
cotidiano que es ahora apreciado bajo una nueva luz”. Así pues, ésta es una de
las líneas motrices del texto: el marco general de referencia sobre la mirada,
lo real y lo inaccesible. La reinvención semántica del objeto por parte del
espectador juega aquí un papel central. ¿Cómo
entender, sino, parece decirnos Leader, el ready-made
duchampiano?
Según
Leader es el modo en el que la obra genera un vacío a su alrededor, el modo en
el que dicha obra se convierte en un objeto diferente
y, por tanto, inaccesible, lo que provoca el extrañamiento inherente a la obra
de arte. El robo de la Mona Lisa provocó, por ejemplo, que aumentará el
misterio y por tanto la inaccesibilidad de esta obra. No se trata tanto de un
secreto como de un enigma. La obra de arte no es un secreto, ya que el secreto
es unidireccional, es decir, el secreto se desvela, y éste es uno y definitivo. En cambio el enigma
nunca nos ofrece seguridad. Desvelar un enigma puede significar estar aún más
confundidos que antes. Esto es, de alguna forma, a lo que Leader denomina producción de vacío. Las obras de arte,
escribe, más “que tratar de representar
el vacío, nos confrontan con la creación del vacío”. Y aquí reside la idea
motriz de usar el caso del robo del cuadro de Da Vinci, perpetrado por
Peruggia: “Lo que hizo Peruggia fue entonces más que un simple robo: sentó las
bases para un siglo en el cual la gente iría a los museos y galerías de arte a
“ver” que les ofrecía el arte moderno”. Para Leader, en una segunda línea de
argumentación, el robo de este cuadro generó a su vez la reflexión acerca del
modo en el que las imágenes del arte circulan. Es 1911 y las vanguardias
artísticas están en pleno proceso de transformación de la mirada. ¿Es posible
obviar esta relación? Leader considera que no. Escribe: “Y lo cierto es que el
robo permitió y precipitó al mismo tiempo una nueva circulación de imágenes: la
Mona Lisa dejó su marco y desde ahí se dispersó en un panorama de medios de
comunicación, desde caricaturas hasta dibujos y películas”. ¿Cómo obviar por
ejemplo las reapropiaciones de esta obra por parte de Malévich, Léger o
Duchamp? Ahora bien, en cada caso la reapropiación jugaba con la posibilidad no
de clarificar nada sino enturbiar las posibilidades mismas de la obra, con la
posibilidad directa de crear vacío a su alrededor. A lo que añade: “Este vacío
evocado por la obra de arte es la razón por la que tenemos que pagar tanto
dinero para poseer una”, ya que nos hacemos dueños del enigma y al mismo tiempo
poseídos por él.
Expuesto
esto cabe apuntar que El robo de la Mona
Lisa de Leader se desarrolla desde una forma de escritura ágil (y hasta
divertida en ocasiones) donde la profundidad de los análisis de corte lacaniano
se conectan perfectamente con la muestra de casos concretos. Así desfilan por
sus páginas no sólo Leonardo Da Vinci, su obra y su ladrón, los cuales
finalmente aparecen como un marco de referencia histórico útil, sino también un
extenso batallón de artistas que van desde Holbein hasta Sarah Lucas, pasando
por Monet, Klee, Duchamp, Bacon, etc. Quizá sea este desfile en algún momento
algo excesivo, en tanto que en ocasiones aparecen como ejemplos que salpican
las páginas con la intención de hacer encajar su concepción de la obra de arte.
Sin embargo, esto no enturbia lo acertado de la escritura y del argumento, el
cual ofrece sugerencias
ininterrumpidamente al lector. Es, por tanto, un libro que permite un
acercamiento “lateral” a la teoría del arte muy recomendable.
2 comentarios:
Parece una teoría más seductora que sólida. No sé muy bien si la muy disparatada y célebre historia del Ecce Homo de la iglesia de Borja "restaurado" por la intrépida Cecilia Giménez la desmonta o la apuntala. Pero creo que merecería tener esa historia en cuenta y ver si el efecto Perugia se confirma con el efecto Cecilia
Sin duda sería muy interesante esa revisión/comparación. Quizá la diferencia entre el vacío en el caso de la Mona Lisa y, lo contrario, la "saturación por restauración" del Cristo en el caso del Ecce homo, para un lacaniano como Leader, sería altamente atractivo, orgasmático casi. En cualquier caso, el libro de Leader tiene momentos en los cuales es capaz de establecer lecturas de determinadas obras que aportan un punto de vista interesante (aunque no esté siempre de acuerdo con sus análisis). Ahora bien, como digo al final, a veces trata de encajar a determinados artistas en su esquema lacaniano de un modo forzado, o se olvida de otros teóricos como Abrams... pero no deja de ser una lectura a tener en cuenta y a cuestionar, claro. gracias por tu lectura. abrazo
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